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    La Historia de Dios

    GUILLERMO ALBERTO GONZÁLEZ MOSQUERA

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    Morgan Freeman, el gran actor Afroamericano y uno de los más laureados en la historia del cine, emprende un recorrido que lo lleva desde su natal Missisipi a Chicago, New York y Los Angeles, en donde se realiza en la pantalla como uno de los mejores dejando huella de su capacidad actoral y de su recia personalidad. En esta ocasión busca respuestas en las religiones más asombrosas del mundo, desde las monoteístas, la cristiana, la judía y la islámica, hasta llegar a pequeños cultos casi familiares en el norte de Vietnam o en las pequeñas reuniones de los descendientes de los Druidas en la Gran Bretaña.

    En todas las ocasiones busca respuestas a su pregunta de si hay vida después de la muerte, un asunto que ha motivado la reunión religiosa en todas partes del mundo. No encuentra otra respuesta distinta a la fe, que motiva los baños en las aguas sagradas del Ganges en la India o en los descubrimientos arqueológicos de los Mayas en América Central. Es un recorrido apasionante de más de casi sesenta sitios que van desde los indios Cherokee en Norte América hasta el Nepal, escondido tras las montañas del Himalaya, en Asia. En todas partes hasta hoy, las gentes buscan señales de una vida ulterior a la muerte. En la India, donde cada familia tiene su Dios particular y donde la reencarnación hace infinito el tránsito por la existencia. Los católicos creemos firmemente en un Dios cuyo hijo humanado vino a la tierra para purgar los pecados que se han acumulado desde el paraíso perdido de Adan y Eva y la fruta prohibida. Los demonios aparecen luchando incesantemente contra el bien y los exorcismos los destierran para sacarlos de las personas y de los animales.

    Un grupo de historiadores, profesores universitarios y antropólogos, acompaña a Freeman en su indagación, que llega hasta el último punto buscando respuestas a su pregunta sobre la vida en el más allá. Las teorías del big-bang no se oponen a la fe que mueve montañas, pero deja interrogantes que no se pueden resolver.

    El documental es sin lugar a dudas necesario, en una época de pandemia en que las personas tenemos la ocasión de meditar y pensar en los grandes temas. No bacilo en recomendarlo a mis lectores, especialmente a quienes les interesa encontrar respuesta a los grandes asuntos del mundo contemporáneo. Este hecho, de tal manera que Freeman es solamente el interlocutor entre las religiones del mundo y la fe, capaz de mover montañas como dice el dicho popular, es un ejercicio que no es conveniente para todos, pero que a la hora de sentir lo que hacemos en la vida puede ser útil para quienes, como yo, estamos permanentemente indagando lo que aconteció en el mundo. Nada pude desviarnos del camino que escogimos para transitar por la vida, así tengamos diferencias en las respuestas que encontramos en distintas partes y con distintos individuos. Por eso nos alineamos en muchas opciones que van desde las inmensas religiones del Islam, hasta la minúscula casa de un Budista en el Tíbet.

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