La democracia orgánica

ROBERTO RODRÍGUEZ FERNÁNDEZ

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Muchos pensamos que al dictador Franco Bahamonde los espíritus de sus asesinados no lo dejarían abandonar los infiernos en los que se rostizan, pero suponiendo que pudiéramos conversar con él, al menos vía WhatsApp, lo notaríamos interesado en lo que hace la derecha colombiana.

El Generalísimo tuvo encuentros y cercanías con Perón, con los dictadores Stroessner, Somoza y Trujillo, y fue el modelo a seguir para los conservadores colombianos. Recibió el abrazo cristiano de los anticomunistas, dispuestos a colgarle las medallas creadas en homenaje a “nuestra estrella polar”, claro, en grado de maestro de la represión. Al caudillo –hoy en El Valle de los Caídos- todavía le llevan flores.

Pero, los crímenes de lesa humanidad no se pueden ocultar, ni en España ni en Colombia, por más que la política oficial sea no hablar de ellos. El falangismo generó “las dos Españas” que todavía subsisten, tal como acá existe la polarización política reproducida por la derecha conservadora –que todos sabemos quiénes la conforman-, por cierto llena de contradicciones.

Estas visiones fanáticas se observan en la defensa del paramilitarismo, el aprovechamiento de los dineros del narcotráfico, la promoción de reformas desinstitucionalizadoras, los anticomunismos, las aporofobias, los falsos positivos, las chuzadas del antiguo DAS y de los modernos hackers, la impunidad para muchos corruptos, y la gran cantidad de mentiras utilizadas electoralmente. Es decir, los vicios, prácticas y mañas enseñadas y recomendadas por el franquismo, entre otras escuelas políticas, siguen subsistiendo.

Pero, lo que no esperaba el caudillo es que sus estudiantes lo superaran: la derecha colombiana no solo asesina a los líderes sociales y defensores de los derechos humanos, sino que centra sus criterios de gobernabilidad en la religiosidad y las armas, y además utiliza el poder para enriquecerse, ellos y las multinacionales –los bancos españoles, por ejemplo-, claro, combinando lo legal con lo ilegal. ¡Eureka!, maestría perfecta.

En la “democracia orgánica” de los falangistas el poder lo ejercen las corporaciones tradicionales (como la familia, el municipio, el sindicato, la asociación), bajo la conducción del generalísimo, pero sin votos ciudadanos, ni partidos políticos ni parlamentarismos, todo lo cual llevó al caudillo a plantear que no era un dictador sino “un demócrata orgánico”. Analicemos nosotros que en la “seguridad democrática” de colombiana el poder persigue ser ejercido por diversas formas de un comunitarismo conservador, espacios en los que se deben resolver los problemas paulatinamente (como los individuos, las familias, los grupos de vecinos, los municipios, las provincias), descargando de obligaciones a los poderes centrales; se sostiene que no hay allí autoritarismo sino “un ejercicio natural del poder”, de todas maneras con el respaldo del militarismo. ¿Cuál es la diferencia?

El franquismo ya es historia, pero sus señas de identidad no han desaparecido. Subsistieron a la transición, y fueron recogidas por la Constitución de 1978. Hoy los demócratas orgánicos son del PP y del PSOE, y las desigualdades sociales, las tensiones territoriales, los atrasos, y las entregas de la soberanía, no son culpa ya del caudillo sino de sus nietos globalizadores, ejecutivos que no visten de uniforme pero que a la hora de tomar decisiones son codiciosos y piensan como sargentos.

Ustedes dirán qué podría pasar con los demócratas orgánicos colombianos.