La catarsis en el acto creador del escritor (I)

ELKIN QUINTERO

[email protected]

Este acto creador tan importante, es el arte de escribir; él, se dirige brutal o tiernamente sobre la imaginación del lector, logrando que este, sea niño, joven o adulto; hombre o mujer; creyente o ateo sin temor alguno se obligue a pensar, y luego por el poder sobrenatural de las palabras los conduce muchas veces a indagar por lo que está más allá de lo real, a iniciar una búsqueda por la felicidad o la desdicha; sin quererlo lo atrapa y lo hace descubrir cosas importantes y allí en esa reflexión interior se produce la catarsis.

Pero este acto creador no tiene plena realización sino es compartido, no logra su cometido hasta que el lector participa de esta experiencia poética y la hace una reflexión, no se puede dar una integración de voces, de visiones, perspectivas, sensibilidades, pasiones, sin las palabras del escritor.

La reflexión es el principio regente del acto de la catarsis, ese efecto que conmueve, que provoca placer, entra al interior porque es una acción estética que viene desde la literatura, desde el arte, y va directo hacia nosotros sin restricciones.

No obstante, hay un punto que muchos han querido destacar. Más hoy, el arte creador del escritor busca involucrar en ese proceso de catarsis a los nuevos lectores, devolverles esa figura olvidada o satanizada por los adultos.

Sin embargo, por la eclosión de los medios de lectura multimodales, ya la presencia del autor no es la única que importa, han aparecido una especie de todopoderosos efectos narcotizantes, entre los que sobresalen el sexo, la tecnología, la religión. La escritura se ha convertido para muchos al igual que para mí en la única manera de expresar lo que aqueja a la existencia de los mortales, los animales y los dioses. Es el único refugio seguro donde estoy cómodo y dejo salir todo lo que me inquieta y que a la vez inquieta al género humano.

El escritor jamás debe callar, ya que escribir puede ser esa varita mágica que permite crear mundos nuevos y mejores para transformar el que nos tocó vivir. La escritura es la arcilla con la cual se nos permite moldear nuevos horizontes. Es un enorme espejo donde se busca redescubrir la humanidad y es el verdadero proceso donde se busca reconocer en cada uno de nosotros esa persona apasionada por vivir y soñar. Es allí donde aparece verdaderamente el proceso catártico. Tengo la impresión de que las experiencias vitales de los seres humanos, algunas son sórdidas y sin quererlo nos colocan en el precipicio de lo absurdo y sin saberlo las emociones nos esclavizan. Pero surgen hombres y mujeres que en sus versos y prosas ya sean descarnadas y violentas o sutiles e hipócritas desnudan nuestras experiencias de vivir y morir.

La catarsis en la escritura no fluye a torrentes como algunos imaginan, sino que gota a gota baña el mundo de la literatura universal, para permitirle al lector que en cada palabra pueda sentir la diversidad de emociones y dejarse arropar de sus síntomas. Muchos textos de ayer, hoy y los que están por venir hablan objetiva o subjetivamente de su maravilloso proceso sanador.

El acto creador de quien escribe debe convertirse en un goce, para ser lo suficientemente artista y borrar los traumas o alimentar los sueños de quien lee. Aquellas palabras construyen ideas que existen en una realidad que solo el buen lector puede construir y allí en sus brotes inmortales la literatura le permite a quien lee renacer.

Los libros convierten el decir de la literatura en la única vida que es posible vivir.