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    La Autonomía Universitaria

    EDUARDO NATES LOPEZ

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    Aún con la dificultad para encasillar la polaridad política del alcalde de Medellín, Daniel Quintero, entre los parámetros acostumbrados (izquierda, izquierda moderada, centro, otros…) no puede desconocerse que encarna un gran liderazgo. Basta saber que fue elegido derrotando a verdaderos “cacaos” de la política paisa -y nacional- y sus agencias electorales, para afirmar lo anterior.

    La semana pasada, Quintero resolvió metérsele a un toro muy bravo: el de los violentos enfrentamientos de los estudiantes de varias universidades de Medellín con el ESMAD, existiendo ya un protocolo establecido contra explosivos. Pues lo está encarando apoyado en una serie de videos captados por cámaras de seguridad de las instituciones educativas, en los que se evidencia cómo lanzaron artefactos explosivos que por poco impactan a transeúntes del sector. Por su parte, los estudiantes utilizan un argumento que tiene cara de “constitucional” llamado “Autonomía Universitaria” pero que a la luz de los hechos vandálicos y terroristas, por supuesto que se cae como naranja madura.

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    La autonomía universitaria es un principio constitucional (art. 69 de la Constitución) que determina la independencia política y administrativa de la universidad pública respecto de factores externos. El principio de autonomía universitaria sostiene que la entidad debe ser autónoma y autogobernada, y que debe elegir sus propias autoridades sin injerencia del poder político, decidiendo sus propios estatutos y programas de estudio. Nada más importante. Pero ¡autonomía no es sinónimo de anarquía! Además, para las fuerzas militares en cumplimiento de sus deberes, como mantener el orden, no existe ningún espacio del territorio patrio, vedado.

    ¿Podríamos aseverar que en la universidad pública transcurre la vida diaria sin politización?… Ah pocos ingenuos aseguran esto… La politización en la universidad pública es un hecho notorio. Se ha dado de manera indiscutible y es perfectamente claro el camino que la izquierda ha recorrido en las universidades públicas, donde el raído retrato del Che Guevara es al establecimiento lo que la imagen del Sagrado Corazón de Jesús, a una iglesia cristiana. De modo que esgrimir la autonomía universitaria como principio de independencia sí es un argumento muy pueril. Y refuerzo el planteamiento con otra reflexión, como la decisión de la Universidad Nacional de Colombia de comprometerse con la política de paz del gobierno Santos y su acuerdo con las Farc. Un asunto tan político y tan polémico que ha ocasionado la polarización de la sociedad. Esa misma “autonomía” es la que ha llevado a que solo puedan dirigirla quienes sean profesores. (así es en la del Cauca). Y esa endogamia es nociva, porque no todo buen profesor es necesariamente buen gerente. Además, todas las tales autonomías que nos montó la Constitución del 91, -con la alegría del “revolcón”-  se levantan sobre una sola caja, que no es otra que la Tesorería General de la Nación.

    El alcalde Quintero ha tenido la valentía de presentar los videos que muestran a encapuchados armando los explosivos y a algunos estudiantes permitiéndolo; y ha dicho que quienes están violando la autonomía universitaria son estos “capuchos” y no la autoridad, que ha debido ingresar al campus universitario como último recurso con el fin de preservar la vida de transeúntes y de los propios estudiantes. Y concluye: “estoy listo para firmar un acuerdo sin capuchos…”

     



     

    En paralelo, la alcaldesa de Bogotá, preocupada por la misma situación en su ciudad, tendrá que emular esta posición con los estudiantes de la Universidad Nacional y sobre todo con los de la Universidad Pedagógica, en la calle 72, donde ya prácticamente no puede funcionar ningún negocio ni vivir una familia, en varias cuadras a la redonda de este establecimiento dizque universitario, (donde enseñan a enseñar…)

    Y si eso sucede en Medellín y Bogotá, qué decir aquí en Popayán, donde el vandalismo de los “encapuchados” no da tregua y han sido muchos los negocios fracasados y las viviendas violentadas en el centro de la ciudad, alrededor de la iglesia de Santo Domingo, de la Rectoría de la universidad y el campus universitario de Tulcán.

    Como la gran mayoría creemos, son muy pocos los “disociadores profesionales” que se camuflan entre los estudiantes que de verdad quieren educarse y pasar a ser habitantes íntegros de su comunidad que tanto espera y necesita de ellos.