ÁLVARO JESÚS URBANO ROJAS
La inutilidad de la ciencia para controlar las consecuencias nefastas de la pandemia, hace que aflore una nueva época de señorío oscurantista, donde el poder y el dominio impuesto por las economías dominantes, han tomado partido en las afirmaciones científicas, asumiendo manifestaciones agresivas, que van desde quemar, torturar, matar, desprestigiar, confiscar, perseguir, ridiculizar y desautorizar a personas que se preocupan por cambiar el mundo.
Los datos muestran que el protocolo es efectivo, y el interferón desempeña un rol en los resultados. Sobre su uso en el mundo, hay importantes reportes de evidencias preclínicas y clínicas. Uno de los artículos científicos más recientes se refiere a un estudio realizado en Wuhan, en China, referido a su uso en personal médico. De los individuos incluidos en la investigación, 2.944 recibieron el fármaco y 3,387 no. El 50 % de los no tratados contrajeron la enfermedad, en tanto no hubo ninguno entre los beneficiados con el medicamento. Actualmente más de 80 países han adquirido el Interferón, lo cual refleja la confianza en el éxito de la terapia para el enfrentamiento de la pandemia.
La ciencia hoy por hoy, está financiada por el sistema, es parte de él y es percibida como una herramienta de poder, de manipulación al servicio de las élites políticas y económicas. Todo lo novedoso, que surge de la sabiduría popular o de la investigación local de científicos de alta formación académica, se desautoriza y se deslegitima y sus sustentos científicos y técnicos no son óbice para desestimar todo el trabajo que hay detrás de tanto esfuerzo hace que los instrumentos de control rechacen y persigan alternativas que va contra el statu quo, del que ahora los científicos parece que son parte connivente. Así es como se estructuran industrias billonarias en torno a productos que están avalados por los organismos de control sanitario. La víctima más famosa del oscurantismo, probablemente sea Galileo, a quien y le concedieron la oportunidad de retractarse por “haber creído y defendido que el Sol es el centro del mundo y está inmóvil, y que la Tierra no es el centro y se mueve”.
El médico y científico JULIO CÉSAR KLINGER, está en la picota pública, por aplicar su experiencia adquirida en la NASA en Estados Unidos, como médico, desde hace muchos años, usa gotas de Interferón debajo de la lengua, para estimular las células dendríticas, éstas son leucocitos que juegan un importante papel tanto en la inmunidad innata como en la adaptativa, siendo las células presentadoras de antígeno más potentes que existen, con la capacidad de activar linfocitos, debido a que los interferones estimulan en las células no infectadas la producción de proteínas que inhiben la replicación de diferentes tipos de virus. Las ampollas son usadas para tratamientos de cáncer o leucemias. El médico Klinger las diluyen en un frasco con solución salina, y aplica de una a tres gotas para estimula el collar de Waldeyer que es el primer anillo de seguridad del sistema inmunológico.
Sorprende que el Estado, en vez de estimular la investigación, invertir dinero en la búsqueda de una solución real y proteger la ciencia y la tecnología local, lo persigan al punto de intervenir su Fundación desde la cual, el científico Julio Cesar Klinger, afronta la lucha contra el Coronavirus, le confiscan sus avances acusándolo de carecer de habilitación en los servicio de salud, ni contar con Certificación de Buenas Prácticas de Elaboración para la preparación y manipulación de medicamentos.
Los esfuerzos del médico Klinger son tildados como un nefasto intento que pretende suplir hechos por fantasía de una manera críptica, secreta para desafiar la farmacopea moderna. Dudar de lo que las autoridades nos presentan como cierto es una característica positiva de los seres humanos, pero hay que practicarla con sabiduría, vigilando que eso no haga que nos lancemos ciegamente en manos del primer iluminado que, honestamente o no, nos quiera hacer comulgar con molinos de viento con alardes de gigante de la ciencia y la tecnología.