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    Juan Tama y la fuerza del mito

    JUAN CARLOS LÓPEZ CASTRILLÓN

    Nuestra historia como país  es relativamente reciente, comparada con la de pueblos que tienen testimonios de hace más de dos mil años, como los egipcios, los romanos, los celtas o los chinos.

    En parte porque con la llegada de los europeos a este continente se produjo un genocidio que aniquiló civilizaciones enteras o las redujo a mínimas expresiones y al darse la desaparición de esas etnias, de sus ancianos y «palabreros»  se perdió también buena parte de su tradición oral y por ende se agotó mucha de la memoria sobre lo que era América antes de 1492.

    Ante la imposibilidad de verificar consistentemente las huellas  de lo que fuimos, aparece el importante papel del mito y la leyenda, donde se mezclan hechos, imaginación y narrativa, que generan también riqueza cultural e historia.

    En esa línea de reivindicar el pasado a través de todos los elementos disponibles, es más que interesante conocer en el Cauca  lo que cuentan los Nasas sobre un hombre que nació a principios de los años 1600, producto del amor de una estrella por una laguna, a la cual vino a caer desde la galaxia; que fue rescatado de las aguas del río Lucero en Vitoncó; que se crió amamantado por mujeres que morían al tercer día y que con el tiempo se convirtió en un guerrero que enfrentó a pijaos y españoles en defensa de su territorio.

    Ese hombre se llamó Juan Tama y desde hace cuatro siglos hace parte del inventario de nuestra historia, en una forma bastante desconocida para los colombianos.

    A la par de ser defensor de su tierra y de su raza, Juan Tama era ambientalista y legislador; inspiró la forma de vida que tiene su pueblo, respetuoso del entorno, y dejó sentadas las bases de leyes y rituales, que involucran entre otras cosas el cuidado de los páramos y las aguas.

    Un aparte de su cronología habla del éxito que obtuvo como político, al ganar muchas batallas sin usar la violencia, en particular cuando obtiene – mediante títulos coloniales – el reconocimiento por parte de la corona de los territorios ancestrales del nororiente caucano.

    Creo que Juan Tama sí existió y que su enseñanza sobre la convivencia tiene total actualidad, especialmente en esta época, cuando el reconocimiento de nuestras diferencias y derechos  debe ser la base de una paz en permanente construcción.

    Uno de los activos más importantes que tenemos los colombianos es la diversidad cultural. Somos el fruto de una mezcla de razas: afros, mestizos e indígenas, que se han fortalecido gracias a su lucha por el reconocimiento político, pero que siguen viviendo días de agresión y desplazamiento.

    Subsiste también con particular intensidad la lucha por la tierra. Ahora ensombrecida por los espacios de poder del narcotráfico y la minería ilegal.

    Es un tema agreste, al cual hay que darle distintas soluciones, siempre desde lo institucional y lo legal, entendiendo que estos dos últimos fenómenos no tienen cabida en nuestra sociedad, pues son la gasolina de la violencia.

    Sobre los conflictos por la tierra, en particular en el Cauca, me pregunto, ¿qué pasaría si fuéramos capaces de darle la vuelta a esa situación? ¿Si pudiéramos transformar la confrontación en concertación? ¿No le restaríamos todo el espacio a quienes pregonan el discurso del odio y se abriría una nueva oportunidad para la convivencia y el desarrollo? ¿Qué haría Juan Tama si viviera?

    La leyenda dice que cuando él creyó que había cumplido su tarea volvió a su laguna en el Páramo de Moras y, de la mano de su compañera, se sumergió en ella para siempre, pero se quedó viviendo en las palabras de quienes lo conocieron, hasta convertirse en un símbolo, en un referente.

    En una palabra: trascendió, y esa es la mayor victoria de un ser humano, la inmortalidad.

    La mejor forma de continuar en este proceso por lograr la concertación  con las organizaciones indígenas y afro descendientes, es entendiendo que en la práctica vivimos  el encuentro de dos mundos, de dos formas de concebir el cosmos y que sólo así se podrá escribir una mejor historia para las próximas generaciones.

    Posdata: hace tres semanas escribí sobre cómo «perder es cuestión de método». La derrota formal en las urnas de la consulta anticorrupción se convirtió en una victoria política, a la cual ahora todos se suman, pero definitivamente en esa foto no son todos los que están, ni están todos los que son.