Jóvenes recuperan una historia que les fue negada

En marcha un proceso que busca mostrar el terremoto de Popayán desde el lado humano.

Por Eduardo Gómez Cerón

Especial para El Nuevo Liberal

Jóvenes recuperan una historia que les fue negada.

Jóvenes estudiantes de Comunicación social de la Universidad del Cauca, comandados por su profesor, el realizador audiovisual Nelson Freddy Osorio, hace ya un tiempo adelantan un trabajo de recuperación histórica sirviéndose de la tecnología. Todo se ha ido poniendo en la web y allí quedará para quien quiera aprovecharlo; ya han tenido cientos de visitas.

El centro del asunto es el terremoto ocurrido en Popayán y alrededores rurales en 1983. El retrato que están haciendo es, más que físico, social, humano: resaltan, entre otras cosas, el valor de las mujeres damnificadas, habitantes de los asentamiento con sus hijos, que tomaron la decisión de no dejarse amedrentar por penalidades, amenazas ni atropellos y determinaron, alumbrándose con velas, que en esos lugares provisionales, improvisados, precarios, con el tiempo lucirían sus casas (la coyuntura de la reconstrucción post-terremoto fue la única oportunidad de soñar con un techo propio que tuvieron en la vida, como les pasa a miles de familias, como por desgracia sigue ocurriendo). También se resalta el surgimiento de los liderazgos populares y el hecho de que fueron cegados -Luis María Calderón, Luis Eduardo Solarte y, después de ellos, varios más- en oscuros hechos que jamás tuvieron plena explicación y sanción judicial.

Eduardo Gómez Cerón, docente universitario.

Además y en concordancia con lo dicho, desde hace meses trabaja un colectivo espontáneo liderado por Carlos Calderón, hermano del primero, y María Helena Vivas, esposa del segundo, e integrado por más o menos una docena de personas, que busca reconsiderar la época de 1983 y siguientes, recuperar, analizar, volver a poner en foco en medios de comunicación y facilitar el producto escrito y audiovisual, por ejemplo a los dirigentes de los nuevos barrios populares, sucesores de los asentamientos, y a la educación ciudadana y en ciencias sociales de los niños y jóvenes de hoy.

Se trabaja en reconstrucción histórica, no solo en perspectiva de 35 años -como en el caso del terremoto-, sino en perspectiva de medio siglo: los jóvenes -algunos todavía adolescentes para la época- fueron muy activos en redes sociales en 2018, en la coyuntura de la elección presidencial.

Fue admirable ver cómo se apropiaban de la historia que les fue negada en la educación convencional colombiana, pública o privada (si miramos recientes calumnias contra la educación pública y los maestros, hechas por intereses políticos, queda claro que mantener ignorante al pueblo acerca de dónde viene, qué ha padecido y por culpa de quién, es un propósito, una fórmula buscada para que no quiera ir a alguna parte, sea pasivo y resignado, se conforme con las limosnas que cada cuatro años le ofrecen los politiqueros -después de pagarlas a sobreprecio con dineros públicos-: que el pueblo no se trace una meta ambiciosa, histórica…).

Pero los jóvenes retomaron la historia por su cuenta, recurriendo sobre todo a fuentes que son accesibles en dispositivos electrónicos y, por los mismos canales, la divulgaron, con creatividad, gracia, humor, ironía. Daba gusto ver a imberbes explicando con la claridad que tal vez no tuvieron sus abuelos, que el Frente Nacional dijo que pretendía dejar atrás el saldo de 300.000 muertos del conflicto entre 1948 y 1957, pero no hizo gestiones de verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición, y poco después estábamos al inicio de un nuevo ciclo de violencia política, el que estaría cerrándose en 2016 con los acuerdos de La Habana ¡y luego de otro saldo de 300.000 muertos…!

Si a lo dicho agregamos que por cada par de víctimas hay por lo menos un deudo, un muerto en vida (de hecho son más), allí tenemos al pobre país que es Colombia, echando por el sifón un millón de victimas, malbaratando en 70 años mucho de lo más preciado y posibilista que tiene un país: su gente, cuando le ofrecen oportunidades.

Y a los jóvenes les quedó claro: en este país deciden la guerra los que cuentan con ríos de sangre ajena para derramar… Ya lo dijo Lemoine, el representante de Naciones Unidas a quien el gobierno de Colombia (2002-2010) declaró persona no grata: el día en que hasta los hijos de los privilegiados tengan que tomar las armas, como pasa por ejemplo en Israel, correrán sus padres a negociar la paz.

No alcanza el espacio que generosamente nos ofrece EL NUEVO LIBERAL, para referirnos a lo que los mismos jóvenes están haciendo al respecto de recuperación histórica (que es lo mismo que decir conciencia política), preparatorio del más importante centenario de la década entrante: el de la masacre de las bananeras, pertinente además por el negacionismo que recientemente, cínicamente, ha surgido. Tienen bien claro los jóvenes cómo y por qué sucedió y, lo que es más triste, que con diferencias de tiempo, modo y lugar, a cuenta gotas o a raudales, volvió a suceder muchas veces y puede repetirse otras tantas…