Reencuentro del Guillermo Valencia

HAROLD MOSQUERA RIVAS

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El pasado 16 de febrero de 2019 fuimos citados a un reencuentro los egresados del colegio oficial Guillermo Valencia de la ciudad de Cali, promoción 1981. A esa reunión asistimos 13 compañeros, 3 profesores y un ex rector, acompañados de las respectivas familias. Con algunos contábamos 37 años sin vernos y eso hizo que el reencuentro fuera muy emotivo.

A la hora del balance general, la conclusión de todos es la misma, valió la pena estudiar con disciplina y empeño, pues quienes así procedimos, accedimos a las universidades públicas y hoy como profesionales hemos podido cambiar las condiciones de vida que teníamos en los años del colegio. Viendo las figuras de cada uno de los asistentes, confirmamos la veracidad de la famosa ley de la materia y la energía del maestro Lavoisier, según la cual, en la naturaleza, la materia y la energía no se crean ni se destruyen, tan solo se transforman. Es increíble la forma en que hemos cambiado con el paso del tiempo, pero hay cosas que permanecen inmutables, como el temperamento de cada compañero, sus gustos, sus fobias, la música y el afecto.

Volvimos a escuchar las baladas de los 70 y los 80, en lo que se llamó música de plancha, la salsa clásica que nunca pasa de moda y las canciones de rock que alcanzamos a bailar en aquellos tiempos. Los adolescentes de ayer hoy somos padres y abuelos, llenos de canas, algunos con enfermedades crónicas y todos preparándonos para cerrar el ciclo de la vida, legando a quienes nos sucedan las enseñanzas y los recuerdos de aquellos tiempos pasados.

Fueron dos días sin teléfonos celulares, sin redes sociales y totalmente desconectados de la cotidianidad. Tuve la oportunidad de compartir con ellos los productos insignias de la Licorera del Cauca, que generosamente me regalan cada año los directivos del sindicato. También compartí las experiencias vividas en estos 37 años de residencia en la ciudad blanca, años en los que la Universidad del Cauca ha sido mi segundo hogar, primero como escuela de formación y luego como fuente de la labor en la docencia. Es imposible no sentir nostalgia luego de un encuentro de esta naturaleza, por eso he querido compartir esta experiencia con los lectores, para invitarlos a que realicen encuentros similares al nuestro, en los que puedan hablar de política, de economía, del amor, de deportes y de nuevo fundirse en un abrazo fraternal con aquellas personas que forman parte de los capítulos maravillosos del libro de nuestra existencia.

Es un espacio interesante para discutir todo lo que está pasando en nuestro país y en el mundo, pero en especial, para saber dónde están y que hacen nuestros entrañables amigos, de tal forma que podamos contar con ellos cuando necesitemos de sus conocimientos y a la vez servirles, cuando ellos necesiten de los nuestros.

Espero ahora poder gestionar el reencuentro con los compañeros de la promoción 1991 de la Facultad de Derecho de la Universidad del Cauca y repetir con ellos la experiencia inigualable de volver por unos días al pasado que tanto añoramos.