El posconflicto y los políticos

CLARA INÉS CHAVES ROMERO

Ex diplomática

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Recientemente se llevó a cabo la cumbre No. 16 de los premios Nobel de paz con un gran éxito, y en ella se desarrolló una temática interesante, relacionada con los temas de la paz y de las diferentes experiencias de procesos de esa índole que se han llevado a cabo en los distintos países del mundo.

Es indudable que nuestro acuerdo de paz, recientemente firmado, fue un tema importante que tuvo una gran relevancia, precisamente por los puntos novedosos que contiene y que lo diferencian del resto de procesos y acuerdos que se han negociado y firmado en otros países.

En este contexto, los ítems importantes fueron tres. El primero de ellos, es que el proceso de negociación no se hizo teniendo en cuenta un contexto ideológico. El segundo, que la negociación se hizo entre las partes y de manera directa, es decir sin intermediarios dentro de la misma; y el tercero, las víctimas fueron actores importantes dentro del proceso de negociación.

Si bien es cierto que existen otros factores de importancia, los anteriores se convirtieron en el marco diferencial y objeto de aprendizaje para el mundo, más aún cuando este conflicto era el más antiguo que existía.

Lo triste es que, como dice el adagio popular, “en casa de herrero, azadón de palo”: el mundo nos admira, cree en el proceso de paz y nos coloca como referencia y ejemplo, mientras que nosotros los colombianos nos dejamos influenciar a través de la demagogia barata que mueve sentimientos y mentiras, y no valorizamos nuestros éxitos, ni miramos el futuro con optimismo.

Lo importante ahora es saber cómo se desarrollará el posconflicto, cuáles son los retos que se tienen y cuáles sus dificultades.

Evidentemente, una de las dificultades que este proceso genera en el posconflicto es el proceso electoral que se avecina, para el cual ya existen algunos aspirantes presidenciales que de manera populista están tomando la bandera del posconflicto para acabar con el proceso de paz y lo acordado en la Habana, lo cual sería un error garrafal, pues este proceso constituye la oportunidad no solo de la reconciliación y la paz de todo un país, sino el desarrollo del mismo y el fortalecimiento de las regiones y localidades en particular.

No podemos seguir cometiendo el mismo error de desinformar a un alto costo para el progreso del país por el simple deseo de obtener la máxima votación electoral, actitud esta que se calificaría como deshonesta y que debería ser punible, ya que se está jugando con la justicia social y la calidad de vida de los colombianos, la estabilidad de las instituciones democráticas, el futuro del país, y la propia paz.

En un país que antes era considerado como un ejemplo para la región en el manejo de la economía, en la seriedad de sus instituciones, pues se le consideraba la democracia más estable y antigua en la región, de eso poco queda por no decir que nada. Hoy la corrupción, el personalismo, el populismo, la deshonestidad, la mentira y los antivalores en general son lo que se impone y lo que constituye un caldo de cultivo para que surja un populista al estilo Trump o Maduro con altas probabilidades de llegar a la presidencia, lo que sería lamentable; por ello, es ahí donde los colombianos debemos aprender de la historia, evitar que esta se repita, y dejar a un lado ese sentimiento de frustración y de incredulidad en la clase política y en el país en general.

El éxito de que podamos alcanzar la paz y la convivencia pacífica, así como el éxito del proceso de paz en esta etapa del posconflicto, dependerán en gran medida de quién será el sucesor del Presidente Santos.

Parecería que poco les importa a algunos políticos el futuro del país, ya que algunos se encuentran desde ya en campaña política, y otros se ocupan en tratar de defenderse por escándalos de corrupción.

Como alguien decía, “la guerra une, la paz divide”; espero que tengamos claro nuestro compromiso con el país, y no dejemos que los políticos nos dividan y el populismo nos una.