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    Editorial: Violencia contra la mujer

    El mundo conmemora, todos los 25 de noviembre, el Día Internacional de la No Violencia contra la Mujer. La historia inmediatamente nos remite a esa fecha, pero de 1960, día en que las hermanas Patria, Minerva y María Teresa Mirabal, fueron brutalmente asesinadas por el régimen del dictador Rafael Leónidas Trujillo en República Dominicana. Años posteriores, la propia Organización de Naciones Unidas ONU declaró esta fecha para rendir homenaje a las valientes activistas Mirabal.

    El Nuevo Liberal se suma a la celebración universal con esta página de opinión, dedicada al tema, y con diversos artículos que nos hablen de la violencia de género con acciones colectivas ejercidas desde entidades gubernamentales y ONG’s para contrarrestar esta problemática que infortunadamente está enquistada en nuestra sociedad.

    No está en discusión que la violencia sexual contra las mujeres, que se inicia desde niñas, se origina en una cultura milenaria de dominación masculina. Tal como la ha señalado António Guterres, secretario General de la ONU, las desigualdades de género que alimentan esta cultura son esencialmente una cuestión de desequilibrio de poder.

    Prácticamente no hay nación que se libre de formas de maltrato y violencia, física o psicológica contra las mujeres, con lo cual es, a no dudarlo, la más primaria de las violaciones de los derechos humanos y, con ello, la más universal, histórica, permanente y demoledora, pues recae sobre el género que conforma un poco más de la mitad de nuestra especie.




    Esa violación, que permanece como una constante histórica, además ha estado acompañada de una asfixiante impunidad, que ha legitimado incluso a quienes acometen semejante daño, a que en muchas culturas cuenten con el respaldo tanto de leyes infames, como de estructuras sociales y de creencias donde es de la esencia que las mujeres son y deben seguir siendo sujetas al hombre hasta los límites de la indignidad.

    Ese maltrato histórico ha contado con la complicidad del silencio de las víctimas, por causa de la vergüenza que sufren como hijas, esposas, madres, o como subalternas, en los espacios laborales o de servicio.

    Hoy sabemos que esa violencia normalmente se da, en nuestro medio, principalmente por los compañeros o excompañeros sentimentales, con actos u omisiones que culminan en violencia física, maltrato psicológico, violación conyugal y, en su forma más definitiva, con el feminicidio.

    En culturas con hondas raíces patriarcales, incluso en el primer mundo, esa violencia se vuelve común, extendida y permitida en actos sexuales forzados, insinuaciones sexuales no deseadas, abuso sexual infantil, matrimonio forzado, acecho, acoso callejero y acoso cibernético. Pero cuando esas expresiones retrógradas se realizan en concierto de varias voluntades, se convierten en empresas criminales que cometen trata de mujeres, incluso con oprobiosa esclavitud.

    Con la puesta en marcha de la campaña ‘Arrópame con tu esperanza’, liderada por la Mesa Nacional de Participación Efectiva de las Víctimas y dirigida a mujeres sobrevivientes del conflicto armado colombiano, especialmente, a quienes han sufrido delitos contra la libertad e integridad sexual, el Cauca conmemoró está fecha especial, ponderando así los Derechos de la Mujer y Empoderamiento y Transversalidad. Sin duda, un buen comienzo en la búsqueda de mejores oportunidades sociales, económicas y políticas para las mujeres de nuestra comarca. Ojalá en pocos años podamos decir que fuimos capaces de reducir a su mínima expresión los casos de violencia de género en nuestra región.