Editorial: Sobre animales callejeros

La tenencia responsable de animales en Popayán es un tema pendiente en la ciudad. Pese a las campañas mediáticas que propenden por la adopción, en especial a perros y gatos, aun sigue siendo visible que el abandono crece.

Lo anterior puede palparse a simple vista en cualquier calle payanesa, en la que deambulan sin rumbo fijo, hambrientos y sedientos, caninos de todo tamaño y todas las edades. Estas escenas son más visibles en barrios populares de la periferia de la capital caucana.

La situación se torna mucho más preocupante cuando al panorama callejero se le suman animales más grandes como vacas y caballos que recorren desorientados zonas verdes y calles barriales. Incluso, el punto más céntrico de la ciudad, fue ‘visitado’ por una hermosa res que se ‘paseo’ muy oronda por el parque Caldas, a la vista de sorprendidos transeúntes que tomaron la escena para hacer memes que se volvieron virales por redes sociales.

Estadísticas para la ciudad son inexistentes, lo que refleja el poco interés de sus dependencias gubernamentales para reducir esa fauna urbana que representa un potencial peligro de salubridad y seguridad pública. En lo primero, por eventuales mordeduras a ciudadanos de parte de caninos o felinos, que generarían brotes de enfermedades propias de un ataque afín. Recordemos que hace varios años en Santander de Quilichao, la agresión de un gato a un niño le provocó rabia, mal que terminó causando su muerte. Y en lo segundo, porque animales de tamaño considerable como vacas y caballos podrían ‘desbocarse’ y una eventual embestida causar lesiones a confiados ciudadanos que hacen uso los espacios públicos y comunes de la urbe.

Además de todo y para no ir muy lejos, recordemos el siniestro provocado por un equino que se atravesó por la Variante Norte e impactó contra un motociclista al que le causó serias lesiones físicas.

Loable el proceso de atención veterinaria de parte de la Secretaría de Salud a través de un reconocido profesional para con animales que sufren accidentes o lesiones por agresión. Sin embargo, estas previsiones no son suficientes porque el problema tiene una dimensión mucho más grande que los paliativos que se ponen en ejecución.

Es pertinente entonces comenzar un censo para saber de una buena vez la cantidad de animalitos que están abandonados y deambulan por las calles de Popayán. Este tipo de accionar debe estar dirigido a equinos y reses, a cuyos propietarios se les debe convidar a que mantengan sus animales encerrados en corrales en zonas baldías que no interfieran con la cotidianidad de la urbe.

Así mismo es necesario contar un plan agresivo de esterilización tanto canina como felina dirigido para los ‘peluditos’ callejeros o desprotegidos. De esta forma se controlaría el crecimiento de esta población.

Lo anterior debe sumarse a los esfuerzos de buscarle hogar a esos animales sin protección. Sería pues impulsar programas de adopción para convertir a los callejeros en mascotas. Igualmente, no deben desatenderse acciones destinadas a los ciudadanos. Si el vecino no coopera y se siguen gestando perros callejeros, el Estado no puede cumplir su misión.

Finalmente, hay que efectuar un eficaz auxilio a las dependencias que propenden por la protección de animales, ofreciendo el Estado apoyo logístico para su manutención, toda vez que se compruebe la existencia real y efectiva de estas entidades dispersas en barrios y distritos.

Hay que intentar estas medidas porque el problema va creciendo en proporciones inabarcables.