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    Editorial: Las vías terciarias o campesinas

    El país tiene algo más de 206.700 kilómetros de carreteras, cifra a la que se le debe sumar cerca de 8.000 kilómetros de autopistas de cuarta generación, varias de las cuales aún no se han terminado como ocurre con los tramos II y III de la Ruta del Sol. Según el BID, necesitamos 45.000 kilómetros de vías adicionales para aumentar la productividad y tener un crecimiento económico sostenido.

    Ello quiere decir que nuestra densidad vial es de 530 kilómetros por millón de habitantes; Brasil y México, tienen más del doble de tal densidad vial.

    Toda nuestra red vial tiene gran vulnerabilidad por factores climáticos, no hay suficiente inversión gubernamental y es precaria la conectividad con los centros de desarrollo económico del país.

    Para ejemplo, las vías caucanas que unen localidades en zonas altas de cordillera que definitivamente son unos caminos de herradura que con las fuertes lluvias colapsan hasta dejar incomunicados a pequeños poblados campesinos olvidados en recónditos puntos de la quebrada geografía de nuestro departamento. Igual sucede con la carretera hacia el Macizo Colombiano, que además de angosta y peligrosa, sufre constantemente de derrumbes que la taponan por días y hasta por semanas.



    Es de recordar que las vías terciarias o campesinas son aquellas que unen a las cabeceras municipales con sus veredas, o a las distintas veredas entre sí; suman poco más de 142.000 kilómetros de la red vial nacional. Según Invías, el 94% de ellas está sin pavimentar y solamente el 18% está en buen estado.

    La insuficiencia de vías terciarias o campesinas son una de las tres grandes causas de nuestro subdesarrollo y una de las principales raíces generadoras de violencia. Gran parte del atraso y descuido en este frente es secuela del centralismo.

    Las vías terciarias dependen de los municipios y abultado número de ellas son verdaderos caminos de herradura. Mientras no tengamos una aceptable red de vías terciarias que unan los polos de producción agrícola con los centros de consumo y con los puertos, seguiremos hundidos en el subdesarrollo y los focos de violencia se seguirán multiplicando pues hay relación estrecha entre las necesidades de infraestructura de transporte en las regiones, el conflicto interno armado y la pobreza.

    La construcción y el mantenimiento de las vías terciarias no han podido despegar por no haber una fuente cierta de recursos en la dimensión necesitada, a eso se suma que hay desequilibrio en la inversión geográfica en ellas y que no hay un programa de mantenimiento rutinario. A todo lo anterior debemos agregar los actos de corrupción en los procesos licitatorios y la deficiente calidad de los materiales usados. Tales flaquezas nos hunden en el subdesarrollo. Solo cuando logremos remover dichas talanqueras podremos avanzar hacia un futuro menos incierto.

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