Comentarios recientes

    Editorial: La visita de Duque a Popayán

    El presidente de la República, Iván Duque visitó por segunda vez en su mandato al departamento del Cauca. Esta vez lo hizo a Popayán, donde lideró un consejo de seguridad, a propósito de la oleada de violencia que se ciñe sobre nuestro departamento en las últimas semanas y que tuvo un pico alto con la masacre de Karina García, candidata a la alcaldía de ese municipio y cinco personas de su comitiva en zona rural de Suárez.

    Al final del evento, al que acudieron autoridades civiles, policiales y militares de la región, el mandatario de los colombianos centralizó el accionar de las fuerzas armadas para recuperar el orden público en aquellas áreas donde se necesita tal como sucede en el norte y nororiente de nuestro departamento, que se convirtieron en una zona apetecida por las agrupaciones delincuenciales, ya que es uno de los corredores estratégicos y equidistantes tanto para llegar al mar Pacífico como a una de las principales ciudades del suroccidente colombiano como lo es Cali. En tal sentido, se incrementaron las recompensas que buscan información por el paradero de alias ‘Mayimbú’, jefe de la columna ‘Jaime Martínez’ y alias ‘Kevin’, su segundo al mando, considerados los responsables por esta reciente masacre.




    Recordemos, que desde la salida de las Farc, tras los Acuerdos de Paz, diferentes grupos al margen de la ley se disputan el control territorial de una región estratégica en el cultivo, el tránsito y la comercialización de sustancias de uso ilícito. Esos grupos armados tienen marcada influencia entre los habitantes de esa región del Norte del Cauca, lo que parece ser un secreto a voces.

    Entendemos claro está, que si esta es una área de suma importancia para los delincuentes, pues lo debe ser también para los militares y los estrategas de la guerra que planifican –por lo menos de buena fe es lo que creemos– con el solo objetivo de llevar tranquilidad a esas golpeadas poblaciones ubicadas en las zonas altas de las cordilleras a su paso por el Cauca. Por ellos, está en manos del Estado y en manos de las autoridades el no permitir que esos momentos turbulentos de nuestra historia se repitan. La advertencia está ahí, latente, y de nada sirven voces de solidaridad después, como pasó con Karina en Suárez, por hechos que se pudieron evitar.




    Pero en lo insistimos –y pareciera que siempre fuera en lo que menos se piensa–, es que esta región cordillerana, al igual que muchas otras en el departamento, necesitan también de inversión social, de verdaderos planes pensados para los indígenas y campesinos enfocados a mejorar la productividad y comercialización de sus productos hacia los grandes centros urbanos y en la generación de empleo para los miles de jóvenes que año tras año se quedan de brazos cruzados cada vez que terminan su bachillerato… Todo esto entre muchas otras peticiones ancestrales de las que podríamos escribir y escribir sin terminar porque la deuda social del Estado en estas regiones es casi impagable.

    Esperamos pues que con todo la parafernalia militar –necesaria, no nos cansaremos de decirlo– también llegue el aparato social del Estado con la finalidad de quedarse definitivamente en aquellas olvidadas latitudes en las que solo se conoce la ley del más fuerte o del mejor armado.




    Asimismo, los campesinos de otras subregiones caucanas como la Costa Pacífica, el suroccidente en inmediaciones de Argelia, la Bota Caucana y el pie de monte amazónico, entre otras en este diverso Cauca, aguardan igualmente que los planes de expansión de control militar que los tienen en la mira, pues simplemente los tengan en cuenta con la ejecución de planes sociales que los beneficien y que los motiven plenamente a confiar en las Fuerzas Armadas como ese bastión para llevar Estado a lugares en los que esa palabra es casi desconocida.