#editorialelnuevoliberal La violencia que sobrepasa la protesta social


Los recientes hechos acaecidos dentro y en inmediaciones de las facultades de Ingenierías, Educación y el CDU de la Universidad del Cauca, dejan en evidencia la gran convulsión social por la que atraviesa nuestra comarca. Es claro que las manifestaciones de estudiantes universitarios en recorridos por la ciudad más los tímidos apoyos ciudadanos que le brindaron algunas comunidades, son señales cada vez más visibles de cómo crece el descontento de muchos sectores de la sociedad, aprovechando eso sí, referentes de tipo nacional como la financiación educación pública.

Infortunadamente, los episodios de protesta social en nuestra ciudad están siendo contaminados por todo tipo de violencia, que como pasó el pasado jueves, tocó el extremo de dejar personas lesionadas de gravedad, como el caso del joven que perdió su ojo izquierdo debido al impacto de un artefacto, presumiblemente lanzado desde alguna posición de la fuerza pública.

Para el reciente caso del jueves, hay que decir que la marcha de los estudiantes llegó sin inconvenientes hasta el barrio Bolívar, donde, por razones que no son claras perdió lo pacífica para entrar en un caos generado por el choque casi cuerpo a cuerpo en el que la fuerza pública hizo replegar y atrincherar a los estudiantes hasta el interior de las sedes universitarias en el sector de Tulcán. Desde ese momento, los desmanes duraron más de 10 horas.

Por principios estamos en contra de toda clase de violencia, venga de donde venga. Sabemos que la violencia política y social siempre es provocada por los de arriba y que la violencia de los de abajo es una reacción a los abusos de poder, cuando sus demandas sociales no son atendidas por quienes tienen la obligación de escucharlas y resolverlas. Sin embargo la violencia siempre tiene consecuencias lamentables y por lo general no resuelve los problemas que la motivan, sino que los empeora.

Es menester entonces, recordar que el uso de la fuerza de las autoridades policiales en el marco de las manifestaciones sociales, debe estar sujeto por su deber defensor y garantista del ordenamiento jurídico colombiano que garantiza y protege el derecho a la protesta pacífica. En este orden de ideas, los cuerpos de la policía sólo deberían acompañar la protesta pacífica, no pueden intervenir en ella y mucho menos hacer uso de su fuerza en contra de ella. Pero una premisa similar deberían asumir quienes están inmersos en una marcha para exigir y hacer valer reivindicaciones de tipo social, al impedir que encapuchados, sean infiltrados o no, consigan su cometido, que es sembrar el caos para darle paso a la violencia y la destrucción.

Así las cosas, hacemos un llamado para que la protesta social no permita que los violentos les coarten la validez en las reivindicaciones, en este caso, con la sensibilidad e importancia que debería prestarle el Estado a la educación universitaria pública. Que se entienda de una buena vez, que las minorías cuentan con todo el derecho a la protesta como vía para defender sus derechos, pero eso sí, sin acudir a violentos excesos de fuerza (de parte y parte), que como el pasado jueves, terminaron mutilando la humanidad -y tal vez los sueños- de un joven universitario.