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    Editorial: 20 años del asesinato de Jaime Garzón

    Pareciera que fue ayer, pero se cumplieron dos décadas del asesinato del periodista Jaime Garzón.  Fue un suceso ocurrido un 13 de agosto de 1999, el cual afectó considerablemente a la sociedad colombiana y que terminó por silenciar la voz de un comunicador que combinaba el humor político y el pensamiento crítico con el periodismo de opinión.

    Su muerte auspiciada por los paramilitares bajo el mando de Carlos Castaño y con la complicidad de agentes del DAS, sigue en la impunidad porque en Colombia los crímenes cumplen la mayoría de edad, pero la justicia sigue en pañales para condenarlos.



    Con el homicidio de Garzón nos mataron a todos un poco, pues con ello no solo murió ese hombre brillante y ecuánime que todos vimos en televisión, sino una persona de convicciones claras, capaz de contagiar al país con sus críticas y argumentos a favor de las más nobles causas. La pérdida de Garzón ha representado tristemente la gran deuda de la justicia de nuestro país en crímenes como ese y otros tantos que siguen sin esclarecerse como el de Galán, y el de cientos de periodistas que han sido asesinados por contar la verdad y opinar en un país en donde la intolerancia ha hecho carrera.

    Pasará mucho tiempo para que nazca otro personaje con la brillantez y la capacidad que tenía Jaime para leer el país y explicarlo a su modo, siempre de manera visionaria, pero no para que muchos opinen, critiquen, cuestionen. El auge de las redes sociales ha facilitado que no se necesite de mucho para poder expresar un comentario y una crítica, incluso de quienes no han estudiado periodismo, pero sienten el deseo de expresarse y dar un punto de vista. Hoy en día cualquier persona se vuelve columnista, pero pocos: líderes de opinión, que comprendan la realidad del país como lo hizo Jaime.



    Luego de casi dos décadas de su desaparición, muchas de las cosas que se temía Garzón en su época, pasaron. Sus palabras casi proféticas, terminaron por cumplirse, como aquellas en donde hacía referencia al entonces exgobernador de Antioquia, Álvaro Uribe, a quien Garzón veía como el próximo líder del nuevo siglo en Colombia, aun con sus reparos y prevenciones. A pesar de los videos, los recortes de prensa y las entrevistas que se encuentran, las nuevas generaciones se perdieron de conocer a una persona que lograba retratar a la perfección a través de sus discursos y sus famosos y sarcásticos personajes lo peor de la clase política colombiana.

    Pese al surgimiento de otros periodistas críticos y referentes a nivel nacional, mucha falta nos hace hoy un Jaime Garzón, al que muy seguramente tendríamos que estar protegiendo y solidarizándonos con él debido a calumnias en su contra, ataques, descalificaciones y desagravios, tal y como ha ocurrido recientemente con Daniel Samper Ospina, quien también utiliza el humor como forma de hacer periodismo.

    Un líder político o cualquier personaje público que no esté preparado para tomar de buena manera las críticas y el humor negro en su contra, a lo mejor debería reconsiderar su papel dentro de la sociedad. Justamente aquello fue lo que nos arrebató a Jaime.