Editorial: Un mes y contando…

Un mes completó el paro liderado por Fecode, y el cual además de exigirle puntualmente al Gobierno nacional el aumento justificado de salarios y la mejora de las condiciones laborales de los maestros, ha servido para que los ojos del país, aquellos indolentes quizás por momentos con quienes tienen la difícil tarea de educar y compartir sus conocimientos con nuestros niños, caigan con firmeza sobre un presidente al que le quedó grande negociar con los docentes y con la ciudadanía de Buenaventura, pero no tanto con los líderes de las Farc, a quienes pareciera haberles dado oportuna respuesta en varios de sus requerimientos, en el marco del proceso de paz.

Triste e injustamente, la jornada de protestas que actualmente tiene a más de 8 millones de niños colombianos de colegios oficiales sin clase, se convierte en parte de una película repetida a lo largo de los años, y a la cual quizás hasta erróneamente nos acostumbramos a ver, al ser un problema estructural y de vieja data que generalmente se soluciona con pañitos de agua tibia.

El tema de la educación en Colombia, al igual que el de la salud, abarca distintos problemas que tienen su origen en la conformación de un sistema desigual, en donde el colombiano que más dinero tiene, más recibe, o mejor se beneficia. En este caso, el padre de familia que tenga los recursos para pagar un colegio privado para su hijo, ni se inmutará por la situación de quienes no estén en su misma condición.

Tal vez en el Cauca esta parálisis educativa no ha tenido mayor incidencia debido a la disparidad de criterios entre el gremio sindical de Asoinca -con gran cantidad de docentes afiliados en el departamento- y Sutec, mucho más apegados al sindicato nacional. Es por ello que los colegios en Popayán y en el Cauca han mantenido normalidad académica mientras en el país las continuas marchas y los plantones reflejan lo lejos que están gobierno y Fecode en cuanto a las negociaciones tendientes a terminar con la protesta.

Sin ruborizarse, Juan Manuel Santos, en televisión nacional pareció decir que la educación de los niños y jóvenes colombianos se mantiene de la caridad, y de lo que quede en la bolsa del erario, en donde muchos meten mano, pero pocos para equilibrar las inequidades y darle solución a los problemas y necesidades del pueblo. Lo otro, es que desafortunadamente, quienes más sufren ante las negativas del Gobierno para ceder y dignificar la labor docente en el país, son aquellos “profes” de provincia, de corregimiento, y quienes a diferencia de los muchos que salen a exigir en las calles de las principales ciudades, ni vemos, ni conocemos, porque su labor es tan compleja, que ni para ir a marchar tienen las garantías o facilidades.

Caso contrario a lo que ocurrió en Buenaventura, y en donde los transportadores tuvieron que cesar sus actividades de importación y exportación, el paro de maestros sigue porque al gobierno le afectan más los miles de millones perdidos con el puerto parado, que un puñado de profesores en las calles, gritando con antorchas, y peleando por sus derechos, pues finalmente eso ya lo hemos visto infinidad de veces, sin que cause mayor efecto.