Del petróleo a la Semana Santa de Popayán

CHRISTIAN JOAQUÍ

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El petróleo debería compartir con las procesiones de Semana Santa de Popayán su calidad de ser patrimonio de la humanidad.

El mercado tiene una condición sustancial para su funcionamiento: que haya propiedad o derecho de apropiación de los bienes que se intercambian. ¿Pero qué es lo que justifica ese derecho de propiedad o de apropiación?

El filósofo John Locke en el Siglo XVII sostenía que la propiedad de todas las cosas fue dada por Dios de forma común a todos los hombres; sin embargo había algo sobre lo que no existía una propiedad común: Uno mismo. Así, siendo uno dueño de sí mismo, pasa a ser dueño además de todo aquello que su esfuerzo pudiera extraer.

David Hume en el Siglo XVIII se apartó de las consideraciones de orden moral y estimó, básicamente, que la propiedad responde a la utilidad que le representa a la sociedad, dado que es natural que haya escasez de los bienes y el egoísmo humano. Si hubiese abundancia infinita y si todos estuviéramos interesados en los demás tanto como en uno mismo, no habría lugar a la necesidad de la propiedad.

De estas dos justificaciones de la existencia de la propiedad podemos extraer una tercera: La necesidad social de la existencia de los bienes cuya propiedad sea común a la humanidad. De eso se trata precisamente la decisión que adoptó la Unesco, de inscribir en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad a la Semana Santa de Popayán, durante la Cuarta Sesión del Comité Intergubernamental,

Los bienes que son patrimonio de la humanidad pueden ser naturales o culturales y, estos últimos, pueden ser materiales e inmateriales. Al lado de otros bienes materiales que son patrimonio de la Humanidad como el Centro Histórico de Roma o la Gran Muralla China y de otros naturales como la Gran Barrera de Coral en Australia o el Gran Cañón en en Estados Unidos, deberían estar también aquellos otros bienes cuya existencia, o es producto del azar como el petróleo y el carbón, o que son el producto del esfuerzo común de una gran comunidad.

Durante la 21 Conferencia de las Partes de la Naciones Unidas sobre Cambio Climático en 2015, se aprobó el Acuerdo de París que ponía serios límites para la emisión de gases de efecto invernadero y ratificado rápidamente por China y Estados Unidos. El tratado permanece vigente a pesar de que fue denunciado el año pasado por el gobierno de los Estados Unidos.

Un paso más grande en la búsqueda por reducir la amenaza de la destrucción de nuestro planeta consistiría no sólo en reducir la emisión de los gases, sino poner en manos de toda la humanidad la propiedad de los combustibles fósiles cuya extracción y combustión, si bien ha contribuido al desarrollo de la misma humanidad, también ha demostrado ser la principal causa de su destrucción. Una decisión de esa naturaleza restringiría la capacidad de los Estados, sobre decisiones fundamentales como la utilización del fracking y las cuotas de producción.

La propiedad común de la humanidad sobre el petróleo, el carbón (incluso del agua) responde a la utilidad para la sociedad de la propiedad privada, en los términos de David Hume y a la propiedad común de la humanidad sobre los bienes de la naturaleza, en los términos de John Locke.