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    Debate de tibios, tirios y troyanos

    JUAN CARLOS LÓPEZ CASTRILLÓN

    Una de las guerras más legendarias de la historia antigua de la humanidad, novelada inmortalmente por el poeta Virgilio en su máxima obra ‘La Eneida’, se libró hace más de dos mil años entre los habitantes de la ciudad fenicia de Tiro (hoy en Siria) contra el ejército griego de Troya, por una razón estrictamente económica: el control de la navegación comercial del Mediterráneo.

    Ahí nació un término para referirse a los rencores irreconciliables, que se ha usado repetidamente desde entonces: «se enfrentaron como Tirios y Troyanos».

    Traigo esta historia a colación porque veo que los primeros días del año han estado bastante movidos en las redes sociales y en los medios de comunicación por diferentes temas: el debate de lo que significa ser «tibio políticamente»; el escrutinio a las palabras del presidente Duque sobre la «crucial influencia de los padres fundadores de los Estados Unidos en la independencia de Colombia»; la posible deuda no reportada en la campaña de Gustavo Petro; y el «plantón» del pasado viernes para exigir la salida del fiscal Néstor Humberto Martínez.

    Todo eso significa que arrancamos el 2019 con las pilas bien recargadas para seguir debatiendo como Tirios y Troyanos por todos los temas de actualidad, tanto por los importantes como por los superfluos.

    Soy un convencido de las bondades de la sana y democrática discusión y entre más amplia mejor; pero a veces causa desazón ver que el orden de prioridades resulta ser inverso al dolor del país.

    Por ejemplo, no puedo entender que – comparado con los temas ya mencionados – el grave y doloroso asesinato sistemático de líderes sociales no suscite la misma pasión para protestar. De acuerdo con el Defensor del Pueblo, Carlos Negret, en 2018 fue asesinado un líder social cada 48 horas. En la primera semana de 2019 fueron asesinados seis.

    Podemos encontrar otros ejemplos en el desastre ambiental que genera la minería ilegal; o la tragedia social y ecológica de tumbar selva para sembrar coca; o los niños que siguen muriendo de hambre en el pacífico, entre otros. Son temas que aparecen y desaparecen en las redes y medios; se van haciendo parte del paisaje y nos volvemos insensibles ante la nota repetida.

    En cambio, el debate sobre los políticos es mucho más mediático, y tuitear o hablar sobre sus errores o equivocaciones produce más audiencia. Además – por alguna extraña circunstancia – los colombianos le aplicamos el máximo de la vehemencia a la política. Somos un pueblo que transpira política.

    Un elemento adicional es que hay una constante en el debate virtual y mediático: existe un grupo no muy amplio de personas, pero sí lo suficientemente influyente, que intenta transmitir que todo en este país es blanco o negro, no se admiten tonos ni matices, cuando la verdad es que la vida está llena de colores y ni los malos son tan malos ni los buenos son tan buenos.

    Reivindico la existencia del debate, es la base de la democracia. Pero si queremos avanzar en el saneamiento de nuestras heridas como sociedad tenemos que repasar el cómo darlo.

    No puede ser que después de haber superado una guerra con las FARC, de más de 50 años, no seamos capaces de evolucionar para construir la reconciliación. Bien dice alguien que eso toma años, de pronto una o dos generaciones.

    ¿En verdad vamos a requerir que quienes vivimos esa violencia desaparezcamos para que el país empiece a sanar?

    Al escribir esto último me cuesta aceptar que ese nuevo elemento disociador, al que hemos llamado “polarización”, nos vaya acompañar un tiempo largo y que sólo los nuevos colombianos, los que se están educando, vendrán sin en esa marca que nosotros tenemos en el ADN. Ojalá esté equivocado.

    Posdata: mis felicitaciones a Popayán, al cumplir hoy 482 de fundada, van acompañadas de los mejores deseos de verla convertida en una Ciudad Sostenible y Moderna, tema que me permito comentar en otro artículo contenido en la separata que circula con la edición de este domingo de El Nuevo Liberal.