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    De la hiprocresía y otras hierbas

    ORIANA MENDOZA VIDAL

    Mg. Administración de Empresas

    Hoy hablaré de la hipocresía, gracias a un amable lector que hace varias semanas me sugirió este tema. Comencemos: los líderes empresariales tenemos el gran reto de conformar equipos de trabajo óptimos que posibiliten el cumplimiento de las metas corporativas, pero es frecuente caer en la tentación de “querer quedar bien con todos” y no siempre es posible. Cuando se asumen posiciones y se toman decisiones en consecuencia, encontraremos a alguien que no esté de acuerdo por diferentes razones. La hipocresía y el miedo a la confrontación pueden ser nocivos a la hora de sacar adelante procesos empresariales importantes.

    Se define la hipocresía como “la falsedad que demuestra una persona en sus acciones o en sus palabras, fingiendo o pretendiendo cualidades o sentimientos que, en realidad, no tiene”. La hipocresía en el ámbito empresarial se vive en todos los niveles: de los colaboradores entre sí, de ellos hacia sus jefes y de los jefes hacia los colaboradores. La hipocresía y su prima hermana: la envidia, son el pan de cada día en los ambientes laborales, a la hora del café, afloran los corrillos, los chismes, las intrigas, dificultando el trabajo en equipo, pues cuando sólo se está viendo el error en el otro se anhelada la oportunidad de ponerle la zancadilla para que caiga y el codiciado ascenso laboral sea para mí, lo que se convierte en una peligrosa bola de nieve que deteriora el clima laboral a través de un círculo vicioso difícil de romper y que escala hasta los oídos de los directivos. En este punto, los directivos tienen varios caminos: creer en chismes y tomar decisiones con base en esa información o desestimar ese canal de comunicación y convocar reuniones donde la comunicación asertiva sea estimulada, logrando llegar al fondo de las inconformidades, apoyado en algún coach o experto en trabajar con el talento humano en una empresa.

    Así mismo, la hipocresía es muy común en la relación de los colaboradores con sus jefes, queremos congraciarnos con ellos, celebrar todo lo que hacen, sin cuestionar sus actuaciones. En la otra orilla está el gerente, escuchando alabanzas y lambonerías muchas veces innecesarias y falsas. Un gerente valora mucho más a aquellos colaboradores que son capaces de decir lo que piensan, así esto sea contrario a lo que plantea el gerente, quien necesita visualizar otros puntos de vista, todo dentro del respeto y la comunicación asertiva.

    Aprender a escuchar para entender otras formas de pensar, de ver la vida y las ejecutorias empresariales, es parte del éxito de la gestión de un gerente. Los líderes necesitamos que alguien nos contradiga, no siempre tenemos la razón, y si logramos canalizar bien las ideas de nuestro equipo de trabajo a todos los niveles de la organización, complementaremos nuestras estrategias de direccionamiento y ejecución. Si ningún colaborador se atreve a emitir una opinión contraria a la nuestra, es síntoma de que algo anda mal.

    Los seres humanos tendemos a evitar el conflicto, por el miedo al “qué dirán” y como diría mi papá: queremos ser monedita de oro para caerle bien a todo el mundo, pero en la alta gerencia esto no es posible. Por más que nos esforcemos por ser excelentes gerentes y líderes, no faltará quien hable mal de nosotros como personas o denigre de nuestra gestión, simplemente porque ve afectados sus planes personales. Al interior del equipo de trabajo existe variedad de pareceres, se mueven intereses ocultos y digámoslo abiertamente: reina la hipocresía.

    Si ser honestos con nosotros mismos, ser leales a nuestros principios y valores, acarrea conflictos, pues enfrentémonos a ellos, con respeto y firmeza expongamos nuestros argumentos, la experiencia me ha enseñado que es mejor hablar a tiempo evitando peores problemas a futuro. Si somos jefes, tengamos la capacidad de escuchar y si somos colaboradores, tengamos el valor de hablar.

    Como diría un buen amigo: “la verdad es el mejor camino”. Ocultar la verdad para evitar hacer daño al otro o generar un conflicto, resulta ser peor. Es mejor “colorado un rato y no pálido toda la vida”, diría mi papa. Aprender a sobrellevar los conflictos derivados, sin atacar a la persona, sin faltar al respeto, evaluando la situación errónea, sus causas y consecuencias, es algo significativo para la organización y el equipo de trabajo involucrado. Al final, el gerente entenderá que somos humanos, vulnerables y cometemos errores, al revelar lo acontecido y buscar soluciones conjuntas, afianzamos la confianza en el equipo de trabajo. Aceptar que nos equivocamos no es signo de debilidad, por el contrario, es señal de humildad, franqueza y confiabilidad.

    Desafortunadamente, en ocasiones aprendemos del dolor causado por nuestras equivocaciones, pero sin duda, esas lecciones aprendidas serán fundamentales para descubrir nuevos caminos, nuevas formas de actuar, redundando en mayor productividad. No le tengamos miedo a la verdad, al conflicto ni al qué dirán, un gerente consolidará su gestión actuando firme, el tiempo evidenciará que ese era el mejor camino.