De la gastronomía y la escritura

DONALDO MENDOZA

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Al abrigo de la Semana Santa, la más importante tradición cultural y religiosa de Popayán, han ido surgiendo otras actividades: Festival de música religiosa, Artesanías, Congreso gastronómico y otras exposiciones. Cuál más, ha ido ganando un espacio relevante en el imaginario de la ciudad. La Semana Mayor y la Gastronomía tienen su arraigo en la Madre Patria. En consecuencia, quiero deleitarme con algunas raíces gastronómicas, y la obra mayor de la literatura en español, El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha, de Miguel de Cervantes Saavedra, es referente imprescindible si se quiere salir a la busca de sabores gastronómicos. Y porque, además, escribir también es cocinar.

Decidí entonces servirme de los apetitosos manjares que se guardan en los míticos odres de refranes, aforismos, sentencias y proverbios, que en Don Quijote se ofrecen al gusto de quienes hacen de la lectura su alimento espiritual. Cervantes, quien conocía a fondo los textos bíblicos, usó con infinita gracia los refranes, y puso los más incitantes en boca del glotón de Sancho Panza. ¡Y cómo se llevan de bien la comida y la sabiduría! El libro del Eclesiástico, en el capítulo 8, versículos 8 y 9, aconseja: “No desdeñes lo que narran los sabios, vuelve a menudo a sus proverbios, que de ellos aprenderás doctrina… De ellos aprenderás prudencia y a dar respuesta en el momento justo”.

 Vamos, pues, de la mano de Miguel de Cervantes por la senda de la escritura, porque los prudentes en palabras hacen sabiduría.           

 Observen, por ejemplo, la primera sentencia que nos propone don Miguel: “Come poco y cena más poco, que la salud en todo el cuerpo se fragua en la oficina del estómago”. Fíjense, del saber comer y beber depende cuán feliz o desdichada, corta o larga sea la vida. Porque también “el vino que se bebe con medida jamás ha sido causa de daño alguno”. Y sólo es prudente aquél que sabe beber: “Sé templado en el beber, considerando que el vino demasiado ni guarda secreto ni cumple palabra”.

 Con el fin de darnos cátedra de moderación o excesos, de valores o antivalores, Cervantes se valió de referentes gastronómicos para prodigarnos proverbios “agudos y acertados” que, según el Eclesiástico, así deben ser. Por ejemplo, la persona generosa siempre tendrá presente que, “no es mucho que a quien te da la gallina entera, tú des una pierna de ella”. Y para que el comer cumpla su sagrada misión de satisfacer y deparar gozo, nos sugiere alejarnos de todo aquello que pueda doblar rodilla ante el hastío: “Después de cumplido aquello que el apetito pide, el mayor gusto que puede venir es apartarse de donde le alcanzaron”.

 Y respecto al quehacer literario propiamente, Cervantes recurrió a lo que da sabor y sazón a las comidas: “la salsa”, a fin de precisar con ella una preceptiva para aquellos que deciden acometer la escritura de un texto, en cualesquiera de los géneros: “La salsa de los cuentos es la propiedad del lenguaje”. Muchísimos años después, el escritor catalán Daniel Cassany publica un libro, La cocina de la escritura que, según dice en el prólogo, pretende ayudar a las personas que se arriesgan a escribir. La cocina de la escritura –dice– “es un manual para aprender a redactar. Un buen plato de pavo a la naranja conlleva horas de trabajo y la sabiduría de toda una tradición culinaria. (…) Autores y autoras trajinamos ante el papel como un chef en la cocina: limpiamos la vianda de las ideas y la sazonamos con un poco de pimienta retórica, sofreímos las frases y las adobamos con tipografía variada.”