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    ¿Conversaciones vs exigencias?

    EDUARDO NATES LÓPEZ

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    En la entrevista que la periodista Claudia Palacios hizo al Presidente Duque, el lunes 2 pasado, quedó claro que la posición del gobierno frente a quienes han salido a expresar sus inconformidades, es de apertura y disposición a escuchar y discutir, dentro de los linderos de la lógica, la comprensión y el comportamiento respetuoso, los motivos de la protesta, por supuesto, partiendo del rechazo a cualquier tipo de actos vandálicos y violentos, como lo considera casi la totalidad de los colombianos. Destacó la enorme importancia del grupo de ciudadanos que no ha participado de las manifestaciones y mucho menos en los actos vandálicos, no necesariamente por estar de acuerdo con el gobierno sino por considerar que existen otros mecanismos democráticos para canalizar las inconformidades. Inclusive, subrayó a otros gremios -los transportadores- que han sido reiterativos en reconocer los avances del gobierno en el cumplimiento de varios asuntos acordados anteriormente.

    En el discurrir de esta etapa de anormalidad, llaman bastante la atención las expresiones de muchos, muchísimos ciudadanos que piden que retorne la normalidad cuanto antes, para poder ir a trabajar, a estudiar, a ganarse la vida, a cumplir con su responsabilidad, o trasladarse a los centros de salud, etc. etc. sin tener que sufrir las inaceptables consecuencias de la destrucción salvaje de, por ejemplo, las estaciones de Transmilenio o sentir el dolor de quienes, de lado y lado, han resultado heridos -o muertos- en las refriegas, tanto de agentes del orden como de los revoltosos.




    Por ello, en una justa valoración de las diferentes posiciones, el presidente dice que cuando en una conversaciones como las que se están llevando a cabo en medio de la refriega, uno de los interlocutores trata de imponer puntos inamovibles, bajo la amenaza de que: “…si no es así, el paro continúa…” o bajo la exigencia de que: “… el ESMAD no puede estar en las calles…”, cambia rotundamente el equilibrio entre las partes y pasa a convertirse en una imposición de un pequeño grupo de líderes a todos los colombianos (48 millones…) representados por el presidente. Y ese sería un desconocimiento despampanante de la gran mayoría. No en vano, el martes pasado, en un noticiero de televisión entrevistaban a varios vendedores ambulantes, inquiriendo por su concepto sobre el paro del día siguiente y con notoria angustia todos manifestaban su desagrado frente a la situación y la frase común reiterada era, palabras más, palabras menos: “… ya dejen trabajar…”

    A propósito de los diálogos: En ellos, Fecode debería incluir el análisis del pésimo resultado en las pruebas de educación en las que Colombia quedó de última. Tan dramáticos resultados deberían determinar que los profesores puedan ser evaluados lo que para ellos es un anatema.

    Obviamente, no se trata de desconocer las inequidades que campean históricamente en la sociedad colombiana. Menos aún hacer a un lado asuntos tan rampantes como la corrupción en la administración pública. Pero la zozobra, el desorden público y las dificultades en la movilización normal de los ciudadanos ya van costando un billón de pesos, que lo perdemos todos los colombianos en términos de productividad nacional.




    El gobierno no ha podido comunicar con eficacia los logros de este primer año largo de gestión. Y no lo ha logrado porque no tiene coalición de gobierno que en el Congreso le respalde la agenda. Por eso está obligado a reflejar en los ministerios la coalición vigente. Puede recordar el presidente Duque lo que se llamaba la “milimetría”, y proceder al cambio de varios de los ministros que no tienen respaldo alguno.

    La protesta está planteada (a la cual, obviamente, hay que excluirle el vandalaje para aceptarla). Al gobierno parece haberle quedado clara la dimensión del malestar ciudadano y sería francamente desvergonzado no actuar teniendo en la cuenta el sentir ciudadano. Faltan las expresiones de responsabilidad de la clase política, protagonista de fondo, también, en la situación. Creo que debe propenderse por la normalización y rechazar todas las actuaciones del “terrorismo pasivo” que siguen inundando las redes y siguen enarbolándose desde los extremos izquierdistas, porque le están quitando carácter social a la protesta, para darle un tinte de venganza política con un protagonista de fondo, conocido.

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