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    Conversaciones alucinadas

    MARCO ANTONIO VALENCIA CALLE

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    1. Somos víctimas más allá del rostro, de la noticia, del espejo, de lo que parece. Víctimas de los espantos sin nombre, de los cantos del demonio, de la curiosidad de los santos, de la incapacidad de las moscas, del horror de la limosna, de la lluvia de consideraciones, de los juicios laberínticos.

    Somos tragedia, relatos con olor a gladiolo y tierra podrida, nombres indeseados en las noticias del almuerzo, un escándalo para unos, una suerte de historia con subtítulos para otros. Somos víctimas más allá de la jungla de mujeres desnudas que nos acosan en vallas y periódicos, de las estadísticas fantasmales, el maquillaje de las desgracias, la salud de los unicornios.

    1. En un país donde la poesía no es tan esencial como el pan, ni tan cotidiana como el ruido de las metrallas. En un país donde el hambre sale a las calles en busca de un dolor más lírico y menos perfumado. Donde las metáforas del malestar se olvidan con las imágenes de bellas mujeres en la televisión. A uno le dan ganas de distraer el horror horadando batallas de resistencia por la cacería de ballenas o la tala de árboles de guayacán. Vivir en el extranjero, calmar a carne viva el miedo punzante con himnos de iglesia, sembrar con cuidado las ilusiones en jardines estériles de un poema. Ser menos metafísico, más esencial, menos oral, más valiente, menos distante, más lúcido, menos palabra, más digno. Pero el miedo, el miedo que no es fantasma y galopa entre nosotros como un ser de carne y hueso no deja fluir, ni respirar, ni soñar, ni ser más.
    2. El teatro de la vida mirado a través del espejo. Es el de un hombre sentado que se aguanta la hediondez de las fosas comunes donde han enterrado a sus vecinos y no espanta los buitres que le despeinan la indiferencia. La sangre de los condenados a muerte y el grito horroroso de los inocentes salpicándole el silencio cómplice, es la alfombra que lo transporta. Veo un hombre que pinta fantasmas cuando pinta su autorretrato. El palpitar de un corazón helado y descuartizado por la duda, sin fantasías para escapar. Un tullido buscando un lugar en el mundo, una rueda suelta donde reina la apatía, un poeta vacilante.

    *Popayán, 1967. Miembro Asociación Caucana de Escritores. Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda, Temuco Chile, 2004