Por Matilde Espinosa
A la memoria de una joven revolucionaria sacrificada en una selva del Chocó. 1984.
Más alta que la muerte
la niebla la envolvió
púdicamente, para enterrar
el crimen.
Tal vez no hubo queja,
ni sollozo, ni nada,.
Solamente el rojo vivo
de la sangre, el rojo fuego,
la única flor que estalla y mata.
La selva tumba dispersa
mundo espectral donde los árboles
se confunden con los seres humanos.
“Yo no estoy muerta,
el registro de mi sacrificio
es una llama trashumante;
a veces amanezco en el quicio
de la miseria;
mi nombre ya deshabitado
está en el secreto de las cosas
que amé porque creía en ellas.
Alguien con mi nombre
bautizó un rosal.
Todos los hostigamientos
rompieron la muralla de estrellas
que iba delante de mis ojos..
Ahora estoy muerta
y reconozco la bondad de la yerba
que humedece mi sombra”.
Nota biográfica
Matilde Espinosa Fernández (1910-2008) nació en Huila, región de Tierradentro, Cauca. Su poesía enfoca preferentemente la naturaleza, la sociedad y la condición humana.
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