Confianza, liderazgo y mentiras

ELKIN QUINTERO

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En esta época debemos explorar los factores que impulsan la desigualdad, y buscar la reducción del impacto negativo en las comunidades. Muchos sujetos sostienen que si nos resistimos al cambio el caos persistirá y se crearán espacios de exclusión donde prevalecerán los más fuertes y poderosos.

En consecuencia, es poco probable que la desigualdad disminuya su efecto negativo con la democratización, porque los partidos en el poder redistribuyen los recursos a su amaño y se dedican a pagar favores con la maquiavélica intención de aplacar las mayorías donde predomina la pobreza y así asegurar la reelección o su estadía en el poder. Desde este panorama surgen los líderes sociales, enarbolando la bandera de la igualdad y la lucha por los derechos humanos. Este minoritario grupo de hombres y mujeres inconformes hacen hincapié en la defensa del territorio y la protección de los recursos y sin miedo a la muerte denuncian el clientelismo, la corrupción, la intromisión de multinacionales y gobiernos extranjeros en su territorio. Ellos y ellas develan las verdades más incomodas, denuncian las atrocidades de la guerra y no callan ante la vulneración sistemática de los derechos humanos. No pretenden ser héroes ni heroínas, ni mártires y menos chivos expiatorios, solo desean libertad, orden y justicia.

En este orden de ideas, la reflexión en torno a la problemática inherente a los derechos humanos no se puede seguir produciendo en un contexto vacío como muchos han pretendido hacer creer a través de los medios de comunicación masiva, sino dentro de un preciso contorno espacial e histórico en el que siempre aparecen un conjunto de cuestiones surgidas al riesgo del desafío ético-histórico en el que se sitúa el LÍDER SOCIAL.

Es imperativo realizar una reflexión sobre los derechos humanos y luego asumir el reto de coadyuvar en la construcción de una verdadera equidad social. Sin embargo, quienes lo intentan están siendo sacados de la ecuación por medio de balas, granadas y propaganda amarillista; muchos actores se empeñan en callar o contener su discurso. En nuestro territorio los mecanismos irracionales de afrontamiento afianzan la ingobernabilidad y los otros, solo buscan frenar la crítica pública y las asociaciones sociales. Tal vez la resistencia autónoma podría ser reforzada por la redistribución equitativa direccionada desde el Estado, garantizando así la seguridad material de los pobres y de los excluidos socialmente.

Por lo tanto, confiar en los demás es vital para los líderes; sin embargo, hoy fruto de una campaña invisible de exterminio, disminuyen la confianza en los procesos de liderazgo social. En nuestro país los líderes sociales han intentado hacer el cambio y han ambicionado visibilizar a las regiones para que se conozca el potencial que tienen y así crear redes de apoyo que los ayuden a sobrevivir en una sociedad indolente y apática.

Para concluir, la sociedad del conocimiento presenta el liderazgo social como el proceso de construcción de un país, la opción más pura en la búsqueda del diálogo como forma participativa de la sociedad y promoción de la necesidad de una visión de territorio incluyente de largo y mediano plazo. Es tal su efecto positivo que gentes de todas las regiones luchan en la construcción de un verdadero desarrollo sostenible; por eso hoy, es vital apoyar el liderazgo social para que se convierta en un asunto de florecimiento de habilidades y destrezas adquiridas en un proceso de aprendizaje continuo que permitirá que se propicien aún más la participación comunitaria y la inversión social; asintiendo de esta forma en la construcción de una nueva sociedad en donde los distintos actores sociales, se integren en un proyecto que, apunte a desarrollos humanos y colectivos más amplios.