Colombia agropecuaria

FERNANDO JOSÉ SÁNCHEZ PARDOFERNANDO JOSÉ SÁNCHEZ PARDO

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En reciente información proveniente de la Unidad de Planeación Rural Agrícola – UPRA, de Minagricultura, se reconfirmó algo evidente de la realidad colombiana, que es contrario sensu el uso potencial de las tierras económicamente trabajables a la utilización que le damos. Y las mayores diferencias están entre la tierra apta para la agricultura, que es bastante más de la que estamos utilizando, versus la gran cantidad de territorio que alberga ganadería. En la práctica, es más fácil tener un animal, mal tenido por cierto, que cultivar debidamente una planta.

Y entonces, sí debemos sembrar. El Ministerio del ramo -liderado por Iragorri V- habla del plan “Colombia Siembra” para conseguir un millón de nuevas hectáreas en cultivos a 2018. Bueno, loable, rescatable. Pero el resto de la cadena.

¿ Que sembrar? Cómo mínimo, que el negocio sea rentable, sin subsidio estatal. Por cierto en la negociación -que deben estar en ello- de la administración del contrato del Fondo Nacional del Café, entre el gobierno y la Federación Nacional de Cafeteros, debe haber una poda en la muy marcada burocracia centralizada de esta última, en beneficio de las regiones y los productores. Afirmado, lo anterior, con conocimiento de causa por 6 años de trabajo con el gremio y valga la aclaración recibidos los honorarios por el servicio no de recursos del Fondo, de los remanentes en convenios de obras civiles con entidades estatales ejecutados económicamente comparativamente con firmas particulares por la organización, administración, gerenciamiento y ejecución coordinada a través de los Comités de cafeteros.

Ojalá apriete el Ministro Iragorri, como en muchos temas y con razón lo hace con los desafueros de Lafaurie en Fedegán, a la muy buena estructura cafetera, pero anquilosada y burocratizada, desde la cabeza a los pies.

Volviendo a lo general, de sembrar y sembrar. ¿A quién y en cuanto le vendemos? Tema álgido ese de los precios que fija la economía en su oferta y la demanda. ¿Cómo sacamos la producción desde las zonas rurales, con vías terciarias precarias?. ¿Créditos a que tasa? ¿Asistencia técnica -con prácticas culturales adecuadas en técnica, disponibilidad e inversión-? ¿Agua suficiente? ¿Cómo minimizar los riesgos? Y un campo para que el campesino se quede, con seguridad social y algunos pensemos en poder vivir en el, sin amenazas, secuestros y encerronas.

Somos un país con un alto potencial agropecuario, para producir más y mejor, para volver al campo, pero el mundo no es un lugar de beneficencia y por ende, cualquier proyecto en esta economía occidental y globalizada, está fundamentada sobre un documento de factibilidad de infinidad de estudios, todos muy importantes, pero que únicamente funciona con rentabilidad económica para todos los miembros de la cadena.

Para eso necesitamos estado, desde Bogotá, el Cauca y los Municipios, ahora que nos dice, Juan Pa, tendremos paz y, ojalá, ríos de leche y miel. Este Departamento si que requiere una transformación agropecuaria, no para continuar matándonos, para desarrollarnos con equidad. Que el gobernador Campo -haciendo honor a su apellido-, el Secretario de Agricultura Vela y el de Desarrollo, Maya, disparen coordinadamente para el lado que es.