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    Cobardía, infamia y crueldad

    JESÚS HELÍ GIRALDO GIRALDO

    BFRP Instructor Bach

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    El 20 de julio recordamos el grito de independencia de Colombia del régimen español, en 1810, ese día representa para la historia nacional el momento en el cual los patriotas colombianos se rebelaron contra el dominio de los españoles.

    Durante más de 300 años los españoles ejercieron el poder absoluto, el dominio de vidas y riquezas en nuestro territorio nacional, los aborígenes, indígenas y negros, sometidos a la esclavitud con el desconocimiento total de sus derechos, propiedades incluso de sus vidas y con mayor razón de su sexualidad, estos abusos llevaron a los patriotas a protestar contra la injusticia.

    La dirigencia de este movimiento estuvo en manos de los criollos que esperaban obtener el poder y las riquezas que dejarían los españoles si en algún momento partían de Colombia vencidos por los ejércitos del Libertador Simón Bolívar, y eso sucedió el 7 de agosto de 1819, en la batalla de Boyacá que coronó la libertad y obligó al ejército español salir de Colombia.

    Los criollos se apoderaron de las riquezas dejadas por los españoles y olvidaron que la libertad era para todos, la esclavitud continuó hasta el gobierno de José Hilario López en 1849, quien tuvo que sacar un decreto aboliendo la esclavitud, que creíamos cosa del pasado desde el 7 de agosto de 1819. Esa inconsistencia se sigue presentando porque realmente lo que hubo fue un cambio de poder de españoles a sus descendientes, los negros e indígenas nunca han obtenido realmente el reconocimiento como ciudadanos libres e iguales a los demás nacionales, han seguido siendo víctimas del desprecio y el desconocimiento, viviendo en condiciones de atraso, del abuso y el atropello.

    El reciente abuso sexual, secuestro y violencia contra una niña de 13 años de la comunidad embera chamí, de Pueblo Rico, Risaralda, en una vereda del corregimiento Santa Cecilia, por 7 soldados colombianos, deja consignado que la brutalidad militar de los españoles contra los nativos la ejercen ahora algunos militares colombianos, salidos de la ética institucional, contra sus propios compatriotas desarmados y débiles.

    Muy grave estos sucesos, parece que, en forma continuada, en otras partes aparecen niñas maltratadas, matan indígenas, líderes sociales y afrodescendientes. Esto parece como sincronizado, que es lo más doloroso y peligroso, cuando se va volviendo costumbre dentro de una institución y se repiten en una y en otra parte, por consiguiente, este atropello no tiene justificación alguna. ¿Qué peligro representa esta niña para que 7 hombres armados, miembros del ejército nacional, apostado en la región para la defensa de la ciudadanía, actúen de esta forma? Ante la falta de respuesta, sólo queda una explicación: cobardía, infamia y crueldad

    Sería muy importante que el gobierno nacional, a través del presidente de la república, comandante en jefe del ejército colombiano, y las autoridades militares de Colombia, pidan perdón y ofrezcan reivindicación por los atropellos de que han sido víctimas los aborígenes, en este caso concreto nuestra niña, mi paisana de Pueblo Rico, Risaralda, ojalá en el sitio de los hechos.

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