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Jueves Santo 2018 – Procesión del Cristo de la Veracruz
Por: Carlos Iván Dulce Ramos
(Exalumno del Inem – Popayán)
La Semana Santa en Popayán es como una insignia de la ciudad, la cual nos transporta a la historia y nos lleva a una reflexión personal. La comunidad en general se siente atraída por esta tradición de la llamada Jerusalén de América, que acoge a propios y turistas con su diversidad de cultura para ofrecer una semana llena de arte y religiosidad.
En esos días miramos a muchas familias unidas, que caminan por las calles, que hacen de Popayán una ciudad colonial.
Cuando yo era niño, recuerdo haber cargado aquellos pasos que representan a nuestro Señor Jesucristo; aún con almohadillas en mis hombros se podía evidenciar el rojizo en ellos. La trayectoria caminada, con las alpargatas artesanales; el atuendo y la alcayata, viven en mi memoria.
Mi bisabuelo paterno llegó a obtener la alcayata de oro.
Ser sahumadora
Por: Laura González
(Sahumadora)
Ser sahumadora genera infinitos e indescriptibles sentimientos que invaden de ansiedad, miedo, orgullo y nostalgia. Sentimientos experimentados cuando se levita.
Aquello que sentí ese Jueves Santo, hace un año, entre el aroma del incienso y las luces incandescentes de las velas y los flashes de las calles blancas; todo se ve tan borroso, pero a la vez tan nítido.
Al son del canto del orfeón obrero e, inexplicablemente, en medio del silencio que rodea las calles, la hace inmóvil, sumergidas de peregrinos y creyentes permite honrar la magnificencia del Señor Jesucristo, que solo es posible vivir una vez en la vida.
Guardar todo en el alma
Por: Andrés Cosme
Soy un payanés andariego. He trasegado ya por decenas de países y ciudades, y puedo decirles que no van a encontrar en un mismo lugar, diferente a Popayán, el verdor de sus montañas circundantes, sus atardeceres como pinturas celestiales, la calidez de sus gentes, sus manjares (empanadas y tamales de pipián, salpicón, granadillas del quijo, etcétera), sus iglesias y sus imágenes religiosas, la solemnidad de sus procesiones de Semana Santa, la calidad de sus pintores, músicos y poetas.
Ser de Popayán implica guardar todo eso en el alma, y un compromiso de hacerlo conocer, respetar y valorar dondequiera que estemos.
El árbol sin tiempo
Por: Manolo Gómez Mosquera
El veintidós de marzo de mil novecientos cincuenta y uno, el carguero Arcesio Velasco, de 42, enfermo, salió de su cuarto un miércoles santo, y con sus últimas fuerzas llevó por las calles payanesas el prendimiento de Jesús Nazareno hasta la esquina de San José, templo eterno.
Y allí, su corazón fiel dejó de latir, y cayó, como tronco, al suelo. Al instante, su retoño, Óscar Velasco, corrió en busca de su padre, y se puso la túnica y las alpargatas de nuevo carguero.
Ahora, sin alcayata, los hombres se detienen en aquel punto del árbol sin tiempo.
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