Cartas a Pedro para que las entienda Juan

miguel antonio velasco cuevas.jpg webMIGUEL ANTONIO VELASCO CUEVAS

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Conejo es un animalejo orejón y como pendejo, pero también una conocida figura del lenguaje y de la conducta popular, muy utilizada tanto en el dicho como en el hecho, para hacerle creer a alguien que todo marcha muy bien aunque todo marche muy mal.

Conejo es fraude, mentira, engaño y falsedad.

Es también un lugar de la estrafalaria Guajira colombiana, en donde se defrauda a los niños con nutritivas remesas que nunca llegan, porque, a lo largo de los años, los políticos guajiros, y también los otros, no han hecho cosa distinta que ponerle conejo al pueblo. En síntesis, queda Conejo en un encantador lugar donde el conejo, aparte de más viejo y no tan pendejo, jamás dejará de ser conejo.

Paradójicamente, Conejo es el lugar escogido por los narcoterroristas para ponerle conejo inicial a unos parciales convenios que, si no son víctimas de posteriores conejos, podrían conducir al definitivo convenio que cierre el conflicto surgido por culpa de unos puercos, unas gallinas, y unos conejos.

Y es que si ‘Tirofijo’ no hubiera sido víctima del conejo que dijo que le puso el gobierno de Guillermo León Valencia, probablemente el gobierno de Juan Manuel Santos no habría resultado víctima del conejo que los hijos de ‘Tirofijo’ le pusieron en Conejo.

Así vista la historia, queda claro que este gobierno no es el inventor del conejo que el nieto del presidente Valencia les pone cada rato a los campesinos agricultores y ganaderos colombianos, sino que esa es vieja práctica establecida desde cuando al viejo cazador caucano se le escaparon unos conejos, que tenía en la mira de la dos cañones, allá por los lados de El Pato, Marquetalia y Riochiquito.

Aunque, bueno, lo que hoy interesa no es tanto quién puso a quién el primer conejo, sino que no nos pongan otro conejo, y que no vamos a desembocar en la ingenua fórmula caguanera, de darle humanitarios plazos a los conejos para que abandonen la conejera, porque después de conejo ido, para qué palos al nido.

A los negociadores oficiales y al gobierno que representan, les debió quedar muy claro que no están tratando con monjitas de clausura, que los pactos y los acuerdos con delincuentes de reconocida trayectoria no son garantía de nada. Con mucha mayor razón cuando ‘Santrich’, el más ciego de todos, tiene los ojos puestos en la conquista del poder, y no desperdicia micrófono para darle a Santos los recados que le manda ‘Timochenko’.

Ñapa: Son muy claros los mensajes guerrilleros, ninguno cifrado ni simbólico, por lo que no resulta necesario acudir a los auxilios de la semiología, esa magnífica disciplina intelectual de Umberto Eco, quien se fue de este mundo dejándonos como extraordinario legado, no solamente las claves de la comunicación en nuestro tiempo, ‘Número cero’, sino las fórmulas alquímicas para comprender lo que somos mediante el profundo conocimiento de lo que hemos sido, ‘El nombre de la rosa’ y ‘La isla del día de antes’. Paz en la tumba del filósofo y maestro.