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    Blanca Ligia

    ÁLVARO JESÚS URBANO ROJAS

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    Mujer de voz punzante y estrepitosa que perturba a los sordos de solemnidad, sumidos en una comedia de bufones que actuamos como convidados de piedra: ciegos, sordos y mudos, silenciados por el poder mercantilista de la burocracia que nos compra y nos vende al mejor postor en una democracia imperfecta. Idiotas útiles que no entendemos de Quijotes, los consideramos un puñado de locos que al final terminan relegados víctimas de sus propias verdades.

    Blanca Ligia tiene un vozarrón altisonante y pendenciero, ofensivo para aquellos hombres públicos que defraudan su confianza, es reconocida en Popayán por sus protestas políticas, tiene una figura robusta de estirpe criolla, pero más allá, es un ser humano valiente y corajudo, lucha a diario por superar sus adversidades, ayuda a su mamá y solventa con suficiencia las obligaciones del hogar. Ella, con sus estridencias y excentricidades, estremece el parque de Caldas, cuando su parlante hace sonrojar a los inquilinos de la infamia, mientras caminan con afán ante la efigie del sabio Caldas.

    Blanca Ligia emula cual orate a Don Quijote, en su idilio fantasioso se burla de todo y de todos, con su figura graciosas de antihéroe, incapaz de salvar a nadie, se refugia en su papel de doncella demente y desquiciada, sin pelos en la lengua para endilgar con atolondrado empeño las injusticias e intransigencias de la dirigencia de turno.

    Blanca Ligia se enfrenta a todo lo que no le gusta, se despacha con madrazos e improperios contra las malas calañas de la ciudad y tuvo el coraje de enfrentar a los vándalos que con capuchas y tras el amparo del anonimato de la multitud, encubrieron sus rostros para dañar adoquines y usarlos como proyectiles rompiendo ventanales, vitrales y faroles, destructores que cual mulas rabiosas ofendieron a patadas la reja del portón principal para tomarse por asalto el Palacio Municipal.

    La vehemencia con que Blanca Ligia defendió a la ciudad, no fue suficiente para enfrentar a quienes, consideran que la protesta debe ser disruptiva y generar desorden, acudiendo a la violencia y al vandalismo. Ellos, en su afán de ultrajar y difamar la ciudad, consideran que si protestan de manera pacífica, nadie les va a prestar atención, sería una insurrección con efecto de canto a la bandera.

    Necesitamos en el país, muchas Blancas Ligias que nos defiendan de la guerra asimétrica que involucra al Estado, las guerrillas de extrema izquierda, grupos paramilitares de extrema derecha, carteles de la droga, bandas criminales y grupos armados residuales.

    Se reclama la existencia de Blancas Ligias para que nos defienda del flagelo de la corrupción en Colombia, cuyo costo anual es de más de 50 billones de pesos; aproximadamente 17 mil millones de dólares anuales, que representa el 5 % del PIB y el 21 % del presupuesto nacional.

    Vienen días difíciles, hay actores que tienen intereses políticos, que quiere desestabilizar el país, que quieren verlo desarticulado, polarizado y dividido, y es lo único que no podemos permitir, debemos permanecer unidos:

    Necesitamos de muchas Blanca Ligias, actuando desde el anonimato de la sencillez y la humildad en su modesto papel de antihéroes, con ademanes cantinflescos pero valientes que luchen contra los gigantes de la guerra y la corrupción; que no son gigantes, sino molinos movidos por otros vientos, ajenos a nuestra esencia de ciudadanos de bien. Y es que, pese a todo, quijotes y locas como Blanca Ligia también ganan batallas.

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