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HORACIO DORADO GÓMEZ
En nuestra ciudad existe la tendencia a reconocer todos los problemas, a denunciar culpables, pero a negar nuestra propia responsabilidad, diluyéndola o atribuyendo culpas sin conocimiento de causa. La conflictividad florece ante la ausencia de canales institucionales para procesarlos por vías pacíficas. La violencia como producto de una relación social conflictiva, surge de intereses y poderes que no encuentran soluciones distintas a la diatriba. Acostumbramos a erosionar rápidamente la legitimidad de nuestros gobernantes, vulnerando el derecho al buen nombre y a la honra. Las opiniones respetuosas frente a la responsabilidad personal, en contra de las presiones de la vida desorganizada, desaparecieron. De tal manera que nadie se siente obligado a respetar normas de convivencia social. Por eso, los componentes de justificación a conductas irrespetuosas frente a los “otros” se multiplican a diario sin contemplación, dejando sin valor las normas, actitudes y conductas responsables para obtener una mejor calidad de vida en Popayán.
La ciudad antes vista como una idea romántica ya no tiene esas bases reales. La violencia urbana creció a un ritmo mayor que las urbanizaciones. Lo más grave, es que lo anterior, no constituya una preocupación ciudadana, ni una expresión clara a nivel de crisis urbana que forme parte de una agenda prioritaria. La personalidad del individuo ¨moderno¨ no se identifica con Popayán. Se viene construyendo una sociedad paulatina y constantemente en el actuar con otros sin definición de lo correcto y lo incorrecto. Se identifican con tribus urbanas que hoy habitan la ciudad, con su propio lenguaje, el estigma del barrio o el sector, dado desde las redes por grupos, institucionalizados o no. Existen bandas, pandillas, también llamadas en la jerga local como “juntas”; cuyo origen, en muchos casos, es de grupos de niños que se conocían en edad escolar, quienes, por falta de un hogar bien constituido, buscan un territorio donde actuar.
Seamos conscientes, hay una ciudad que perdimos. Antes, podíamos salir a la calle sin miedo, sin preocupaciones, existía confianza, convivencia y esperanza, en donde jugábamos y caminábamos la ciudad y sus barrios con orgullo e identidad. Esa ciudad se esfumó, se perdió. Pero, no por ello, perdemos el anhelo de rescatarla. Todos queremos y merecemos una mejor ciudad, en donde podamos salir a la calle sin miedo, donde podamos desplazarnos a nuestro trabajo, a la escuela con seguridad; donde encontremos oportunidades para vivir mejor y, con dignidad, para ser felices al lado de los nuestros.
Para reconstruir el modelo de ciudad que queremos, sin distingo alguno, necesitamos saber que terreno estamos pisando. Recapacitar para comprender que estamos fallando como ciudadanos. Entender, que con nuestro proceder causamos daño a la ciudad y destrozamos la reputación de las personas.
Civilidad: Amor a Popayán, es dar el primer paso de respetabilidad, dimensionando la crisis que afronta la ciudad. Conocer las raíces de los problemas que son variados y multicausales para comprender cuándo la ciudad desvió su camino y perdió el rumbo por nuestro propio error.
Pésame y solidaridad para Rodrigo Zambrano Vejarano, hijos: Álvaro, Pablo, Marcela, Rodrigo José, Santiago Zambrano Simmonds y demás familiares, ante la partida de este mundo de la señora Astrid Simmonds de Zambrano.
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