RODRIGO SOLARTE
La humanidad siempre ha sido plural en pensamiento y acciones, rotando el protagonismo entre regiones del planeta.
Lo plural lleva las diferencias conceptuales que se evidencian en el actuar presente, procesos y futuros deseados, de dirigentes y dirigidos en períodos o eras que la historia de los pueblos van definiendo.
No hay nada estático, todo evoluciona, pero hay principios de vida social e individual que duran por más tiempo, ante la utilidad colectiva que las comunidades aprovechan, o minorías, también pensativas, asimilan y aplican con cobertura poblacional reducida a sus intereses y perspectivas.
Dejemos a los filósofos e historiadores de las políticas vigentes en este primer cuarto del siglo XXI con la Pandemia Covid -19 incluida, que sinteticen visiones y vivencias, más de la gente en estos momentos, que de las bibliotecas que informan del presente para atrás de lo vivido y escrito social y culturalmente, pues lo científico de lo material o físico, tiene otras exigencias acordadas para lo global y particular en cada disciplina del conocimiento.
Héctor Abad Gómez, padre de la salud pública en Colombia y mártir por la defensa de los Derechos humanos, ante fanatismos del momento histórico, se definía como Liberal, filosóficamente en política, marxista en economía, y Católico en lo espiritual religioso, por los aportes de la Doctrina social de la Iglesia católica. Su aporte a las CIENCIAS DE LA SALUD como un todo relacionado no solo con la enfermedad, ya es reconocido mundialmente.
El individualismo llegó a privatizar lo colectivo de la política en familias y élites, centrales y periféricas con descendencias privilegiadas por el tipo de sistema organizativo que fueron imprimiendo en sus mentes y ciudadanía, más por las violencias económicas que por el pensamiento, oponiéndose incluso a enseñanzas universales tan valiosos para la humanidad plural como el NO MATAR, NO ROBAR, NO DISCRIMINAR, CUIDAR LA CASA COMUN O CASA MAYOR y tantos más.
De cada época van quedando enseñanzas de las anteriores y aprendizajes nuevos, aportados por las generaciones que asumen responsablemente el presente para construir el futuro que anhelan, estimulados por las experiencias vividas y memorias que consideran positivas o inolvidables, muchas de ellas trasmitidas de generación en generación.
Quienes luchan por ancestros, descendencia y territorios, creen más en lo propio, trabajo y sacrificios, aprovechando y utilizando lo externo, incluyendo la actual virtualidad complementaria, de acuerdo a las necesidades y consecuencias de lo vivido desde veredas, territorio y familias.
La ayuda mutua, solidaridad sentida no negociable en la lucha por la subsistencia y vida de su gente, contrastan con los valores e iniciativas de la élite acostumbrada, más a mandar y hacerse obedecer por todos los medios a su disposición.
Es difícil entender y compartir lo que no se ha vivido. Las valiosas historias de vida de los marginados y excluidos, libres de ataduras, convulsionan conciencias de élites que pregonan, que todo individuo en esta sociedad, tiene su precio económico y está dispuesto a venderse a quien mejor le pague así sea para un día de alimentación.
Pensamientos vigentes como democracia, participación, derechos, igualdad entre hombres, mujeres y género como construcción social, justicia, equidad, derechos y deberes, cambio climático, energías limpias, seguridad alimentaria con soberanía, y muchos más, están de moda en las promesas presidenciales, esquivando, no todos, el fondo explicativo y el porqué de tales propuestas.
Entender el significado y participar en procesos para su aplicación, alimentarán el sentido común para el cambio estructural indispensable que la estructura mental de cada ser humano asimila libremente.
Tal sentido común popular que las élites han llamado populismo, por no compartirlo, continuará nutriendo el PACTO HISTORICO QUE POR LA VIDA se ratificará con los votos, en las presidenciales del próximo 29 de mayo.