RODRIGO SOLARTE
Sin vida no hay procesos, pero cuando estos, siendo vitales, prenden en la conciencia de la gente, se vuelven irreversibles por la trascendencia en muchas vidas a todas las edades.
Estamos en un período de la historia universal desafiante ante los fenómenos naturales como el calentamiento global, las pandemias, y de seres humanos desnaturalizados contra su misma especie.
La biodiversidad como Casa común incluyente de los seres vivos que la habitan en las diferentes regiones, desafían la uniformidad esquizofrénica con la cual sueña ese 1% de magnates económicos que defienden su hegemonía a muerte, acudiendo incluso al genocidio y ciencia politizada.
Cada vida humana es un proceso valioso que requiere de otros para conformar HUMANIDAD. Ese Ser social parte del contexto local y familiar, pudiendo llegar a ser o no consciente de la historia y ciencias de lo total o global que nos hermana sin distinciones genéticas, pero nos hace diversos a quienes sobrevivimos en esta lucha por la vida planetaria, regional y local.
Sirvan estas disquisiciones para deducir con el sentido común, convertido en ¨ el menos común de los sentidos¨, cómo, trascendentes valores como a LA VIDA, EQUIDAD, DIGNIDAD, SOLIDARIDAD, TERRITORIO, UNIDAD EN LA DIVERSIDAD, DIALOGO, DEMOCRACIA, TODOS, DERECHOS HUMANOS Y DE LA MISMA NATURALEZA, si fueran de todas y todos, no serían motivo de pobrezas, violencias, corrupciones, estigmatizaciones ni polarizaciones promotoras de la muerte. Pero otra es la realidad planetaria existente, cuestionada a fondo por esta Sindemia (sinergia estructural de crisis, tanto ambientales como sociales)
La pandemia de la Covid-19 agudizó todo lo que ya venía sucediendo como consecuencia del quehacer humano diferenciado por estratos sociales y regiones.
Ejemplos. La privatización de derechos y socialización de deberes; abandono de lo periférico en campos y ciudades donde habita la mayor pluralidad nacional existente; los maltratos estructurales evidenciados en la actual organización económica, social, étnica y cultural que conforman lo que concebimos como POLITICA.
Todo ello hace o debe hacer parte del conocimiento previo y seguimiento durante esta pandemia en proceso de evolución sindémica, entendida y manejada acorde a la ideología, principios, valores, modos, utilización de las ciencias y religiones, e intereses de quienes administran gubernamentalmente los recursos materiales, financieros, y a su manera el talento humano contratado o afín a ideas y propósitos.
Los agentes de esta deshumanización a la que hemos llegado, tomaron las necesidades básicas centradas en la economía, concibiendo a sus congéneres como objetos manipulables por el hambre, el desempleo, desafectos, violencias e injusticias de toda índole, ignorancias, disfrazando la solidaridad con la caridad, la democracia con la obediencia ciega al poder económico establecido, y al compartir como valor que contradice su egoísmo doctrinario.
Los mayúsculos VALORES, atrás enunciados, centrados en LA VIDA, serán procesos confluentes constructores de la añorada PAZ, cuyos sepultureros de los Acuerdos logrados, atribuyen a fenómenos CONSECUENCIA, no causales, que invito a reflexionar para abordar desde sus causas, las consecuencias que aspiran eternizar los beneficiarios que han incluido la muerte a quienes de alguna manera se oponen a la minería ilegal, narcotráfico, apropiación de sus territorios, incumplimiento de los Acuerdos e intoxicación de las fuentes de salud y vida dignas.
Así la Salud y la Vida a todas y todos incluya, los trabajadores de la Salud como profesión o labor, seguiremos compartiendo, aprendiendo, exponiéndonos solidariamente en su defensa, conscientes de nuestras limitaciones humanas y el compromiso ético y moral asumido.
El proceso civilizatorio humanizante centrado necesariamente en LA VIDA, es holístico, sistémico, por consiguiente ni de izquierda ni derecha, si multipolar, de todos los colores y experiencias, utopía realizable por las nuevas generaciones constructoras del país y universo que aspiren.