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VÍCTOR PAZ OTERO
Compleja, enigmática, polémica e inquietante ha sido la larga historia de la masonería en los procesos y en los aconteceres del turbulento fluir de la cultura occidental. Reconstruir los eventos que se anudan al universo masónico resulta tarea cercana a lo imposible. Se nos impone en el breve espacio de algunas columnas de prensa, solo resaltar y recordar algunos hechos en los cuales la masonería se vincula de manera directa a nuestros procesos de independencia y a nuestra configuración como sociedades pretendidamente liberales y democráticas.
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Se acepta y se reconoce que la primera logia masónica fue fundada y entró a funcionar en la ciudad de Londres en el año de 1717, sin que se tenga muy claro el origen que determinó su surgimiento y su consolidación en ese año y en aquella ciudad.
Entre los principios fundacionales de la masonería se acogía la idea de que Dios era el gran arquitecto del universo. La noción de arquitecto y de arquitectura siempre ha tenido un significado relevante dentro del universo simbólico de la masonería. Parece que desde un principio ingresaron a las logias personas vinculadas a los gremios de la construcción, tales como arquitectos, albañiles, dibujantes, talladores de piedra etc. De ahí que sus herramientas e instrumentos fueran acogidos como símbolos de la masonería.
Muy pronto los ingleses expandieron su “organización” a otros países Europeos, especialmente hacia Francia; donde en el año de 1721 establecen logias. Logias que acogen y se fortalecen con muchas de las tesis pregonadas por el enciclopedismo y por el pensamiento filosófico más renovador y avanzado de la época. Esto propicia que destacados miembros de la burguesía revolucionaria se asocien a las logias y resalten su prestigio y su importancia en los grandes eventos políticos que se estaban gestando. También dicha circunstancia permitió que las logias fueran consideradas como instrumentos de la agitada lucha que se daría para configurar una nueva y transformadora visión del mundo y de sus estructuras sociales y culturales. Las logias fueron vistas por muchos como centros de estudio y de agitación intelectual, comprometidas con los transformadores postulados ideológicos empeñados en destruir, o al menos transformar, el antiguo y opresivo régimen feudal y monarquista,tan dogmáticamente apoyado en el poder del clero y del papado y por el conjunto de todas fuerza reaccionarias y conservadoras.
La masonería se alió con las fuerzas de la renovación y del cambio. Se comprometió en la luchas contra los insostenibles privilegios de la nobleza y del clero. Contra la prevalecía de un solo y único pensamiento filosófico alimentado por los dogmas y las superticiones religiosas que dominaban en esos tiempos, considerados tiempos de ignorancia y de tinieblas. En una palabra la masonería se hizo compañera de lucha de la nueva razón histórica que propugnaba por cambiar el mundo y la manera de estar y participar de la historia. Se hizo peligrosa enemiga de aboslutismo, tanto del político como del religioso, que durante siglos habían mantenido el poder fundado en el privilegio, en la exclusión y de manera especial fundado en la ignorancia de los seres humanos.
Era entonces obvio y predecible, que la Iglesia y el Papado enfilaran sus poderosas baterías de ataque contra los masones. En lo esencial ese conflicto no fue un conflicto religioso, fue un conflicto de naturaleza claramente política. La masonería nunca ha estado en plan de atacar o desconocer los contenidos religiosos del hombre, por el contrario los respeta y en muchos sentido acata y promueve valores de orden sagrado y religioso.
En 1738, el papa Clemente XII, cuyo nombre era Lorenzo Corsini y quien ejerció el papado entre 1730 y 1740,expidió una bula “In eminente apostolatus” en la cual se prohibía y se condenaba a muerte a los miembros de la masonería. Bula que es la expresión de la más perversa y brutal actitud inquisitorial. Bula que refleja la ideología del exterminio y de la aniquilación de quien se define como el enemigo. La Bula fue acogida con entusiasmo delirante por los militantes de la estupidez y del fanatismo. La estupidez siempre será amiga de los ritos de la crueldad y de aniquilación de quienes piensan distinto. De manera especial la acogió la inquisición española, que procedió al alegre y masivo exterminio tanto de judíos como de masones. Hacia el año de 1741, durante el reinado de Felipe V,la persecución y el exterminio de los declarados nuevos “herejes” alcanzó proporciones de un terror y una crueldad inconcebible. Oscuro y repugnante capítulo de la secular historia universal de la infamia que escribió España en aquellos años siniestros. (continuará)
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