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Es un chiste muy viejo aquél de un hombre que un día llega temprano a su casa y es testigo de la infidelidad de su mujer en su propio sofá. El hombre decide solucionar el problema, vendiendo el sofá. Es la misma solución que muchas veces ofrecen los políticos a los problemas sociales. Prohibir, cerrar o cárcel.
El uso industrial del asbesto especialmente en la fabricación de tejas y otros productos de fibrocemento; de pastillas y bandas para frenos, fue objeto de un debate hace un poco más de un mes en el Congreso de la República, ante un proyecto de ley que buscaba su prohibición. El proyecto finalmente se hundió y se le atribuyó la responsabilidad al gobierno nacional en cabeza del Ministerio de Salud.
Lo cierto es, que en la exposición en la Comisión Séptima, que hizo el Ministro Gaviria, éste señaló que lo que estaba en discusión en el fondo es cómo, como sociedad, decidimos manejar los riesgos en nuestras actividades.
Al parecer son concluyentes las investigaciones que relacionan ese mineral con la propensión al cáncer. No obstante, su prohibición inmediata traería como consecuencia la pérdida de cientos de empleos directos y otros tantos indirectos. Proponía el ministro Gaviria entonces, que la prohibición se diera, sí, pero con una suerte de régimen de transición.
Hay riesgos que deben ser aceptados por la sociedad de manera que puedan reducirse, mitigarse o transferirse, no obstante, estas acciones son costosas. Cuando el costo de implementar acciones que reduzcan los riesgos o pretendan solucionar los problemas son más costosas que el daño que eventualmente se cause, es necesario adoptar otras medidas. Ejemplos de soluciones más costosas las he visto con frecuencia.
En Cali, hace algún tiempo, pusieron una bomba cerca de una estación de policía. La solución fue cerrar la calle contigua a esa estación. En Popayán, en ciertas intersecciones viales, se ha advertido en la actualidad un alza en las estadísticas de accidentalidad; la solución fue cerrar esas intersecciones.
Hay un fenómeno particular que vi hace poco en un conjunto residencial. Varias familias tienen más de un carro, pero cada casa tiene espacio para parquear un solo vehículo; los residentes empezaron a ocupar los espacios destinados a los visitantes. La administración del conjunto, resolvió cerrar con cintas los parqueaderos de visitantes. Ahora esos sitios permanecen desocupados casi todo el tiempo.
El costo social de soluciones al estilo de vender el sofá es supremamente alto. Muchas veces mayor incluso, que el problema que se quiere resolver.
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