Por Olga Portilla Dorado
“El hecho de que lo vean a uno con la cara lavada y que uno no ande sucio o pidiendo en un semáforo, no quiere decir que uno no es víctima”, con esa frase, Margot sentenció su presentación en la jornada de reflexión ‘Los retos del periodismo en el conflicto y el posconflicto’, organizada por la OIM y la Unidad para las Víctimas del Cauca, que se llevó a cabo esta semana.
Ella, que se ha convertido en ‘la imagen’ de la más de 70 mil víctimas del conflicto armado que hay en el Cauca, fue la única de las víctimas que fue invitada a la jornada, donde la mayoría de asistentes eran los medios locales y regionales, quienes participaron para conversar, entre otros temas, de los desafíos que como periodistas tenemos para contar la paz, la fuerza y la verdad con la que se ha narrado el conflicto, y lo más importante: qué contaremos los periodistas cuando se acabe la guerra.
El interés en hablar con Margot no solo surge porque es la única representante de las víctimas que está en la mesa, también debido a que es una líder que, aunque no es del Cauca, ha luchado y ha ayudado a cientos de personas que desplazados y vulnerados llegan desde los sitios más lejanos de este departamento buscando una oportunidad y una reparación en la capital.
Con el miedo y el dolor por los actos y amenazas de los paramilitares, Margot llegó y se quedó en Popayán. Hace ocho años acudió al punto de atención de las víctimas, declaró, la indemnizaron, pero aún no ha sido reparada.
Olga Portilla Dorado: ¿Cómo ha cambiado su vida desde que llegó a Popayán?
Margot Torres: Llegué aquí desubicada, no sabía qué hacer ni para dónde coger, fue una situación bastante difícil. Hubo una persona a quien yo le comenté de dónde venía y por qué, y me dijo que hiciera la declaración en la Defensoría del Pueblo, luego de allí como a los dos meses ya aparecía en el Registro Único de Víctimas y pues empecé todo el proceso de buscar casa, colegio para mis hijos y un trabajo para mí.
Encontramos una casa en arrendo por el Empedrado, ahí nos robaron, luego estuvimos como ocho días en un local, y después llegamos a Pandiguando, afortunadamente una persona supo guiarme y pues no tuvimos que llegar con mis hijos a un asentamiento, que es como lo común entre los desplazados, llegar a un asentamiento o a una zona vulnerable. Luego, como a los cuatro meses, empezaron a capacitarnos, nos reuníamos varias personas de diferentes municipios y departamentos. Ahí fue donde yo conocí a un grupo de personas con las que luego de conversar y de conocer nuestro pasado y el futuro que queríamos construir, decidimos crear una Asociación, con la que ya llevamos siete años.
OPD: Esa Asociación marcó un paso muy importante en su vida y en su estadía en esta ciudad, ¿Cómo ha sido esta experiencia?
MT: Conformamos la Asociación de Desplazados Fuerza de Paz, Asfupaz, éramos como 120 familias y nos reuníamos por allá en las canchas de El Mirador, a pleno sol hacíamos las reuniones y desde ahí fuimos averiguando, aprendiéndonos la ley al derecho y al revés. A mí me nombraron secretaria suplente y así empezamos, conociendo más personas, más instituciones y empezó toda una labor para defender la vulneración de derechos que las instituciones hacían con las víctimas, especialmente con los desplazados, porque a esa fecha (2007-2008) el único hecho victimizante reconocido por la ley, era el desplazamiento forzado.
Amparados en esa ley, la 387 de 1997, nos reuníamos en el parque caldas, trabajamos de la mano del secretario de gobierno de la época: el señor Fredy Paz, él fue un gran apoyo para nosotros porque logramos tener un espacio en la Alcaldía. Nosotros al mirar la arbitrariedad de muchos funcionarios de las instituciones que se suponían deberían atendernos, nos dimos a la tarea de organizarnos y de empezar a hacer un liderazgo y que miraran que nosotros no pedimos ser víctimas y si estamos aquí es por una necesidad.
OPD: ¿Esa situación que usted comenta con las instituciones, cambió algo con la Ley 1448 de 2011?
MT: Cuando la ley 1448 nace, aunque yo decía que no es la gran ‘coca cola del desierto’, sí fue la ley que nos dio las herramientas para hacer exigencia de derechos y que las instituciones entendieran que nosotros no estamos aquí porque quisimos sino porque nos tocó. Ahí empezamos a asumirnos no solo como víctimas sino como líderes y lideresas para hacer conocer la ley. Nosotros nos la aprendimos, esa es nuestra biblia. También tuvimos capacitación, aprendimos sobre los hechos victimizantes, que la ley acoge 13, pero en realidad son 18 hechos, ahí es donde nosotros decimos no, esto tiene que seguir, tiene que hacerse, vamos a hacer incidencia.
Yo parecía funcionaria de allá, todos los días salía a dejar a mis hijos al colegio y de ahí cogía para la UAO, allá había personas que yo llegaba y no me podían ni ver, incluso a veces en la casa también me regañaban, pero es que yo decía no puedo permitir dejar las cosas así y que sigan vulnerando los derechos de cada persona.
OPD: En ese trabajo como lideresa, ¿Cuál cree que ha sido el mayor logro?
Yo creo que ha sido una bonita experiencia, una satisfacción personal de poder ayudar. En este momento puedo decir que me siento satisfecha de haber podido capacitarme, superar la necesidad mía, a pesar de que uno siempre tiene el dolor de muchas cosas, pero yo creo que eso me fue fortaleciendo.
OPD: Usted menciona que a través de la ley de justicia y paz no ha sido reparada ¿Por qué?
MT: Por la Ley de Justicia y Paz no hay nada…Estuvimos en Cali donde los paramilitares en una versión libre ellos reconocieron los hechos que cometieron en contra de mi esposo y de otras familias, ese es como el logro de esa ley, que ellos acepten por línea de mando todo lo que pasó. ¿Verdad?, yo sé más mi verdad por lo que he leído y averiguado, que por ellos, mire, yo recorrí dos años el sur de Nariño y la Costa Pacífica tratando de encontrar el cuerpo de mi esposo. Solo pagándole a un paramilitar una suma de dinero fue que yo pude recuperar el cuerpo de mi esposo después de 23 meses de su secuestro.
OPD: ¿Usted cree que es posible que las personas dejen de ser víctimas?
MT: Uno jamás podrá dejar de ser víctima, porque el hecho victimizante nunca se va a terminar, es como cuando uno es mamá, es mamá para toda la vida. Ese hecho victimizante cambió tu vida, nunca podrás dejar de ser víctima, uno entra a un estado de que de pronto deja de ser vulnerable en la situación que uno va cambiando su manera de vida, pero nunca dejará de ser víctima, de pronto uno deja de ser vulnerable porque empieza a capacitarse, porque empieza a generar empleo, tener sus propios recursos, educar a sus hijos, pero el hecho victimizante no termina nunca.
OPD: Olvidar estos hechos es difícil, y ¿perdonar? ¿Usted ha perdonado a quienes cometieron estos actos contra usted y su familia?
MT: Uno deja de pensar en el hecho, el dolor ya no es tan fuerte como en el primer momento donde uno siente tanta rabia, tanto rencor. Yo creo que uno ya no siente la misma rabia contra las personas que causaron ese daño en la familia, pero cuando recuerda también recuerda con rabia; entonces no sé si realmente exista el perdón…En la versión libre que estuve en Cali, ellos me pidieron perdón a mis hijos y a mí, pero yo les decía que yo no creía en el perdón que ellos me pedían, y es que no lo creo. Uno deja de pensar y sentir el mismo dolor, pero perdonar es como complicado en esa situación donde han causado tanto daño en el tejido familiar.
OPD: ¿Usted cree que con la desmovilización de esos paramilitares hubo algo de justicia?
Es que reparar es repararle a uno como persona su integridad, pero también hay que mirar que el daño material nunca se repara porque por ejemplo yo tengo una casa en Ipiales, es una casa muy bonita, donde cada ladrillo que le fuimos colocando era para nosotros y pensar que cada cenefa que se le colocó a la casa, mi esposo decía esta casa es para que cuando usted y yo estemos viejitos. Pero mi casa se quedó allá y yo aquí estoy pagando arrendo y yo no puedo postularme a un subsidio de vivienda acá porque tengo casa allá, entonces qué reparación hay si no hay nada.
OPD: ¿Qué opina usted del actual proceso de paz?
MT: Hay desconfianza, porque si uno vio y vivió ese proceso de paz con los paramilitares, como víctimas de ellos y uno decía no hay proceso de paz, aquí no pasó nada porque firmaron unos cuantos, hay en la cárcel unos poquitos y otros que están en Cali. Yo pienso que este proceso de paz se firmará y que habrán muchas cosas, pero que las víctimas quedarán relegadas por allá y que los que tendrán todos sus derechos serán los victimarios, los guerrilleros y entonces nosotros dónde vamos a quedar…Yo no creo en este proceso, y pues puede pasar lo mismo que con las autodefensas, se desmovilizaron unos pero quedaron otros que conformaron otros grupos.
OPD: Para Margot Torres ¿Qué es la paz?
MT: Uno se imagina una ciudad sin guerra, sin conflicto. Yo me he puesto a pensar si no hay guerra qué van a hacer las fuerzas armadas también, uno quisiera mirar la paz como un paraíso, que todo el mundo viva tranquilo, que nadie tenga conflicto con nada ni con nadie, pero que todo sea equitativo, que todo el mundo pueda acceder a un trabajo, a la salud, a educación, a muchísimas oportunidades; pero eso es como soñar en algo que de pronto no se dé porque es algo difícil.
OPD: ¿Usted retornaría a su tierra?
MT: No. No porque a pesar de que se firme la paz, a pesar de que haya unos acuerdos, uno sigue mirando gente de la de antes, de los mismos paramilitares que todavía están, entonces así haya acuerdo de paz las extorsiones siguen y el temor sigue. Es que uno piensa en que en algún momento puede pasar cualquier cosa, uno como líder está expuesto.
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