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HAROLD MOSQUERA RIVAS
En la Sierra de Totalán en Andalucía España se vivió la tragedia de un niño de 2 años de nacido de nombre Julen, quien jugaba cerca de un restaurante en el que sus padres almorzaban de manera plácida, cuando de repente se lo tragó la tierra al caer en un hoyo de aproximadamente 100 metros de profundidad y con un diámetro que hacía imposible el rescate para otro ser humano. La angustia de los padres y de todos los presentes se fue extendiendo por el sur de España y luego por el mundo entero, al ver que pasaban las horas y las diferentes opciones de rescate resultaban infructuosas, pasaron los días y nada funcionaba. Finalmente se decidió cavar un hoyo paralelo al que contenía al niño y a través de este llegar hasta donde el menor se encontraba, desafortunadamente transcurrió tanto tiempo desde la caída del niño, que cuando lo rescataron ya se encontraba sin vida, produciendo en todas las latitudes un dolor indescriptible.
Un hecho similar ocurrió en Pereira Colombia en el mes de octubre de 1980, cuando el pequeño Nicolás de apenas 17 meses de nacido, cayó en un pozo que habían cavado en un finca de propiedad de su padre, mientras jugaba alegre, se escuchó la voz del niño desde la profundidad llamando a la Mamá, se intentaron múltiples alternativas, desde el descenso de un enano que trabajaba en un circo de paso por la ciudad, hasta la utilización de una vara que permitiera recuperar al niño, llegaron ayudas nacionales e internacionales, especialmente de México y de Panamá, al final se cavó un hueco paralelo al que se había tragado al niño, al sacar el cuerpo hubo un júbilo total, que solo duró unos segundos, pues se produjo la muerte del niño y el país entero lloró por Nicolasito, como se lo llamaba cariñosamente por todos.
La historia inspiró una triste canción interpretada por el baladista Fausto, poemas y hasta una película. Para quienes somos padres de familia y hemos disfrutado la felicidad de compartir la niñez de nuestros hijos, resulta posible, poniéndonos en los zapatos de los padres de estos pequeños, imaginar el dolor tan profundo que produce una tragedia de esta magnitud, la infinita angustia que se debe padecer desde el momento del accidente hasta el fatal desenlace, cuántas veces se ha de morir con el pequeño en ese lapso de tiempo, cuando no hay cosa más horrorosa que morir en vida por dolor y seguir respirando el aire que le faltará al bebé.
Dios llene de valor y resignación a esa pareja española en tan duro momento y ojalá nunca más, el mundo entero vuelva a ser testigo de una película de horror de tal naturaleza, sobre todo en estos tiempos en que la tecnología permite seguir cada momento del proceso hasta el trágico desenlace.
Cuidemos todos a nuestros pequeños y procuremos garantizarles convertir en realidad sus sueños y repetir de generación en generación el proceso maravilloso de la vida.
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