El pronunciamiento de la candidata Jimena Velasco, en Caracol Radio, el domingo en la noche, cuando se le interroga por el reconocimiento del triunfo de Cesar Cristian, podría calificarse de mezquino, no obstante que los resultados electorales del domingo marcan, como hecho histórico hasta el momento, la mayor jornada democrática para la elección de un alcalde en Popayán. Esta realidad merece un reconocimiento no sólo de los electores sino de los opositores pues, si bien es difícil declararse perdedor, “La derrota tiene una dignidad que la victoria no conoce” (Borges). Con los resultados obtenidos podríamos decir que Popayán le dijo No a las relaciones de servidumbre y esto significa que hemos avanzado en cultura política y que la ciudadanía con su voto, en silencio sabe pasar cuentas de cobro cuando se ven agredidos por diferentes razones a las que me quiero referir. 1.- En las fechas de inscripción, mientras la candidata Jimena, junto con su hermano y otros representantes políticos gozaron de las comodidades del balcón de la Registraduría para saludar a sus seguidores, Cesar Cristian tuvo que colgarse incómodamente de una ventana del primer piso, para saludar y dar las gracias a sus acompañantes. Este detalle sutil y aparentemente intranscendente fue interpretado por muchos ciudadanos como un acto discriminatorio y bochornoso, que enardeció los ánimos y marcó una hoja de ruta diferenciadora entre las dos campañas. El candidato del pueblo y la candidata de la elite.
2.- El derroche de una campaña grande y atosigante en imagen publicitaria a nivel local y hasta nacional, pero pobre en el conocimiento e interpretación del contexto socio-político de una base social heterogénea a la que no se puede llegar por arte de magia, creyendo que se cuenta con una clientela cautiva. En este contexto era común escuchar: “quien invierte tanto dinero en una campaña es porque sabe cómo lo va a reponer con el erario público”. Esto debe entenderse como una gran lección; las dadivas que acompañan una campaña se aprovechan por los electores pero no necesariamente se traducen en votos. 3.- Presión a nivel institucional para favorecer determinada campaña. No fueron pocos los funcionarios y contratistas que tuvieron que aparentar su adhesión a una campaña para defender su subsistencia y la de sus familias. 4.- La actitud soberbia y prepotente de la candidata, de sus asesores y seguidores, expresada a través de los diferentes medios de comunicación, como anticipación de un triunfo, que a la postre fue esquivo al Partido Liberal y a la candidata.
Con lo anterior podemos decir que se empieza a tomar conciencia sobre algunas prácticas electoreras que han viciado el ejercicio de la política en nuestra ciudad, pero aún falta mucho camino por recorrer; por ejemplo, hace falta profundizar en el uso y aplicación de una pedagogía electoral para disminuir no sólo el número de votos nulos y tarjetas no marcadas, sino también para que los ciudadanos exijan a la mesa el número de tarjetones que deben ser diligenciados por los votantes. Al parecer en algunas mesas no se entregaron los tarjetones completos. Tampoco se entiende cómo la ciudadanía al decidir sobre la composición del Concejo Municipal, órgano sin el cual no es posible la gestión y acción gubernamental de
un Alcalde, le niega la oportunidad justamente a los Concejales que en la actualidad se la han jugado por defender el derecho a lo público; defensa de la salud pública, equidad de género y posiciones claras y contundentes en contra de la actual estratificación, y privatización de servicios básicos como el alumbrado público y el aseo, cuyas tarifas representan un suculento negocio que supera los once mil millones de pesos al año, para cada una de las empresas privadas que tienen a su cargo estos servicios. Concejales como María Cecilia Baldrich, Olmedo Paz y Milciades Hernández, merecían continuar en esta Corporación, como los garantes de derechos ciudadanos.
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