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VÍCTOR PAZ OTERO
En Rusia ese azar también ha sido selectivo y generoso. Un Dostoievski y un Tolstoi, algo en Lenin y en Chaikovski. Hay muchos otros, en muchas otras partes y en muchas otras épocas. Están los genios anónimos creadores del gran y profundo sentir y pensar religioso que se gestó en el oriente milenario y que le ha señalado caminos de superación y orientación espiritual a errático transitar de la especie humana por el laberinto del mundo. Platon, Aristóteles, Pitágoras. Confucio. Y es abundante la cosecha en los tiempos luminosos de clásica Grecia.
Le interesa leer… ‘Una nota sobre el genio (1)’
En la larga lista, necesariamente se incluye a Homero y a Buda, a Cristo sin duda alguna. Pero no se trata de enumerarlos, sino de percibirlos como presencias vivas que recorren el tiempo. El genio por otra parte, parece que nunca muere, como la materia viva se transmuta y se transforma en sus lenguajes y en sus significados y reinterpretaciones, en los accidentes cambiantes de la circularidad del tiempo histórico.
Entre nosotros, en esta América tortuosa y llena de sombras, en esta tierra que más que una raza “cósmica” ha engendrado una raza cómica, quizá el genio se haya mostrado, algo equívocamente, en la figura esplendida y arrogante de Bolívar. Probablemente en la figura silenciosa y sabia de un Borges y hasta en la figura de un escribidor de sortilegios y de hechizantes seducciones nacido en la tierra abandonada de Aracataca, tierra de burros y de sol.
El genio es como una lenta y maravillosa gota de la mejor esencia humana que se destila a lo largo de los siglos por los alambiques retorcidos de la cultura. Pocos de ello hay en la opulenta América del norte, tal vez destellos en Edgar Allan Poe y en ese gigante rubio y vital llamado Whitman.
Parece paradójico afirmar que el genio pertenece al ámbito de lo poético. Pero es así y no necesita demostración sino intuición y sensibilidad para aceptarlo. El genio es alteración y transmutación de valores, por medio de los cuales se redefine de manera significa algo del curso de la historia y de la propia vida. El genio jalona la historia y amplifica los horizontes de la vida. Reconcilia a todos los hombres con el propio destino humano. El genio está en ese punto de llegada donde algún día debe arribar este animal escarnecido e inconcluso que llamamos hombre.
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