Un adiós para Elsy Mary (I)

HAROLD MOSQUERA RIVAS

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Después de pasar, los años más difíciles de su vida, luchando con fortaleza contra una enfermedad que se interpuso sin piedad entre ella y sus más elevados sueños, Elsy Mary se nos ha marchado para siempre, pero también ha descansado, de tanto sufrimiento, de tanto dolor físico y emocional, soportado con estoicismo e inspirada en el amor por los suyos y en su inquebrantable deseo de volver a las aulas en las que entrego su vida laboral.

En su lecho de enferma recordaría sus años de escuela, los días de la Normal, formándose para educar a varias generaciones de futuros docentes cuyo compromiso fuera contribuir para la construcción de una patria mejor, en la que la justicia social sirviera de base para la convivencia feliz y pacífica. También recordaría sus años de universidad y su formación en la más compleja de las ciencias exactas, las matemáticas, en las que investigó, propuso y enseñó con honestidad y entrega, siguiendo los principios y valores sembrados en su hogar y complementados en su proceso formativo.




Elsy Mary cumplió su sueño, de entregar su vida a la docencia, siendo la educación pública su hábitat laboral y las matemáticas el área de sus inconmensurables aportes, pues fue de esos docentes que forman para la vida, no solo para el año que cursan los alumnos.

Compartimos con ella y su familia, la historia humilde y maravillosa de nuestro barrio, el barrio San Luís, en el que los niños crecimos jugando rayuela, jeimmy, ponchao y cuclí, juegos propios y comunes a nuestra condición económica en la que los mayores valores radicaban en la disciplina y entrega de quienes como ella, teníamos claro que la educación era el vehículo para cambiar las condiciones de vida. Ese barrio querido en el que hace 50 años vimos convulsionar el mundo ante la llegada por primera vez del hombre a la luna, y en nuestra ingenuidad infantil no entendíamos el porqué de tanto alboroto, si en San Luis decían que los mariguaneros se fumaban un cacho y en cuestión de minutos se elevaban hasta la luna.

Como olvidar las concurridas reuniones de amigos y pretendientes en la casa Gómez Díaz, en las que el deporte, la educación, la política y los acontecimientos del barrio servían de excusa para largas y felices horas en las que compartíamos afecto y cariño, bajo la mirada inquisidora de doña Consuelo, quien siempre nos deleitaba con algún producto de su experticia gastronómica. Cómo olvidar las fiestas de adolescentes, especialmente en la casa de los Angulo Cabezas, que era la casa de todos en el barrio, allí donde aprendimos a bailar y a estrechar lazos de amistad, hasta convertirnos en una sola familia. Como olvidar la forma en que sus hermanas y su hermano trascendieron las fronteras nacionales y se radicaron en España, Estados Unidos y República Dominicana, sin que fuera posible que el barrio viera de nuevo a toda la familia Gómez Díaz para una foto. Primero nos dejó Anita y ahora Elsy Mary.