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RODRIGO SOLARTE
De la mayoría de nosotros depende que Colombia transite hacia la paz. La solución armada de conflictos, internos o externos, es añorada por quienes de ella se han valido para mantener el dominio, compartido con potencias extranjeras y las pocas familias que con su visión e intereses han escrito la historia de los últimos siglos.
A 200 años del Congreso de Angostura, cuando Simón Bolívar con sus ejércitos, armados más de conciencia patriótica que con las armas de la época, dio vida histórica a nuestros vecinos, los episodios visualizados, más del lado colombiano que del venezolano, de febrero 23 al 25 de 2019, por la llegada de la tan cacareada, mediática e hipócrita “ Ayuda humanitaria” , previa a la reunión del Grupo de Lima, pasaran a la historia de lado y lado, de Colombia y Venezuela.
Las guerras siempre conllevan destrucción, tanto de lo humano como material, del presente y del futuro, cuando hasta la reconstrucción de lo destruido se convierte en negocio de los propiciadores de las guerras. Las guerras, económica y psicológica contra Venezuela y su gente continúa, personalizándola falazmente contra su presidente elegido democráticamente.
Llenos de testimonios están los siglos XIX y XX. Solo la estupidez humana y de quienes toman o facilitan tales decisiones, hará que la humanidad se autodestruya, total o parcialmente en este siglo XXI.
Paradojalmente la existencia hoy de más potencias, como Rusia en lo militar, China en lo económico, además de Estados Unidos de Norteamérica, con su pueblo sintiendo los efectos de compromisos bélicos en tantas partes del planeta, se convierten en factor de reflexión y contención, de los gobiernos que nos han considerado como de su propiedad, valorando los recursos naturales para adueñarse de ellos, y despreciando, historia, potencialidades y dignidad que como SERES HUMANOS tenemos.
Los latinoamericanos hemos aprendido de todo ello y año tras año, nos sentimos más dueños de lo nuestro y de la historia por cambiar.
¨Estar del lado correcto de la historia¨, fue una de las frases más utilizadas por las autoridades colombianas y el amaestrado ¨presidente interino¨ de Venezuela.
Para el dogma de algunos, la historia humana ya terminó con el Neoliberalismo globalizado. El otro lado no tiene derecho a existir, y lo que se ha escrito diferente, aspiran borrarlo hasta de la memoria que las víctimas trasmiten de generación en generación, potente trasmisión del saber popular, desde donde se nutre el mismo conocimiento humano y social, que sistematizado se integra a las ciencias para entender integralmente a los seres humanos de las diferentes culturas y regiones.
Para el ejercicio serio y responsable de la política como integradora de disciplinas aplicadas al bien general, no la simple consecución de simpatizantes o consumidores de consignas, la educación como derecho humano de todos, debe ser plural, para que informado y formado el o la ciudadana, desde la familia y contexto, escoja con conocimiento, principios, valores, cientificidad, ética y moral socialmente reconocidos, en qué momento de la historia patria, regional y universal están, para ubicarse consecuentemente con fundamentos, del lado correcto de la historia que contribuirán a construir.
De esa unidad en la diversidad se nutre la real democracia y paz con justicia social y dignidad en construcción, como paradigma fundamental, que con tantas amenazas y riesgos se abre paso, impulsado por las nuevas generaciones de mujeres, hombres y experiencia acumulada, trasmitida por la memoria de las generaciones anteriores.
De lado y lado del puente de la historia, queda mucho camino por recorrer. Colombia y el Cauca, ya visualizan el horizonte, como célula y mitocondria de la soñada Patria grande.
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