DIEGO FERNANDO SÁNCHEZ VIVAS
Desde tiempos inmemoriales, el género humano ha buscado infructuosamente el secreto de la felicidad, y en esa búsqueda se ha extraviado en los más diversos caminos que como espejismos ilusorios aparecen en nuestra vida para darnos una sensación de efímeros instantes que se esfuman como el aire.
La Cultura Occidental es muy propensa a derivar la construcción de sus imaginarios colectivos de realización personal en el consumo de bienes materiales, el culto por la apariencia y en las condiciones exteriores del entorno. Por el contrario, las civilizaciones y culturas de Oriente, observan con mucha atención el interior del ser humano, y es en ese lugar donde se centra la construcción del andamiaje que ha producido los más grandiosos logros que pueda concebir el género humano.
Sabido es que el camino hacia la realización personal y la búsqueda de la espiritualidad no es patrimonio exclusivo de una religión o pensamiento ideológico o filosófico. La inquietud por la espiritualidad es un sentimiento esencialmente humano, generalizado y común a todas las culturas que han poblado la Tierra desde tiempos remotos. Pueden tener fundamento válido en torno a la espiritualidad tanto las reflexiones de un clérigo musulmán como las de un rabino judío, las de un sacerdote católico como las de un pastor cristiano, un budista lama o un predicador luterano.
No se tiene conocimiento de cultura o civilización que haya prescindido totalmente de la religiosidad y la espiritualidad como elementos trascendentales en su concepción del Universo. Inicialmente predominó el politeísmo, Asiria, Babilonia, Egipto, las civilizaciones precolombinas americanas, Grecia, Roma. Luego se dio un vuelco radical al monoteísmo con el afianzamiento del pensamiento cristiano en el Occidente.
En estos tiempos de espiritualidad, resulta importante que cotidianamente hagamos un alto en el camino, nos apartemos de las veleidades y preocupaciones cotidianas, para dar paso a instantes de reflexión sobre el significado de nuestras vidas, realizaciones y expectativas, logros, relaciones con nuestros semejantes y hacia el futuro, la meta para mejorar como seres humanos. No deberíamos buscar la felicidad y nuestra realización personal basados en la apariencia ilusoria de lo material. De pronto encontramos que el secreto de la felicidad está en la paz interior que se anida en nuestro espíritu.