Por Jesús Olave
La ciudad Blanca se viste de mantos blancos, morados y combinados con los colores de las rosas y orquídeas que predominan en todas las andas de las procesiones de cada día, acompañadas de las lindas sahumadoras de rostros resplandecientes como las flores que llevan en sus manos y los soplos continuos que reparten su olor de días santos.
Con la llegada de la celebración de la Semana Mayor de Popayán, siempre recordaremos en nuestras mentes el Terremoto de 1983, un día 31 de Marzo hace cuarenta años, y cómo la verraquera y pujanza de los payaneses, la solidaridad de la gente de Colombia y del mundo permitieron a Popayán salir adelante.
La Semana Mayor no dejó de hacerse a pesar del Covid-19, que amenazó con acabar con la especie humana y que, de nuevo, retomamos con valentía hace dos años, con nuestro patrimonio cultural, nuestra Semana Santa en Popayán.
La Semana Santa es una tradición católica de los payaneses que se ha mantenido a lo largo de los años para cumplir con las Semanas de Muerte y Resurrección de nuestro Señor Jesús Cristo, y que llenos de fe y alegría, celebramos las liturgias y procesiones que nos llenan de júbilo en las calles blancas con sus alumbrados de lámparas y velas en todo su recorrido.
Paso a paso, desfilan las imponentes imágenes, como mi preferida y admiración, la Virgen Dolorosa, que cuando la miro parece transmitirme los sentimientos de dolor por su hijo en la cruz, de los pasos de nuestro Señor hijo de Dios, y que nos recuerda desde muy pequeños que somos hijos de Dios a su imagen y semejanza, y para eso estamos en nuestra Tierra prometida, para amarnos y querernos como hermanos. En estos tiempos de reflexión y oración, compartimos todos la bendición de tener a Popayán como una de las mejores Semanas Santas del mundo.
Así aprendemos a esperar horas tras horas el recorrido de todos sus pasos y acompañantes que, con esfuerzo y devoción, cargan sus pesados pasos que retumban cuando empiezan a caminar, sacando sus fuerzas para levantar el pesado paso con sus hombros, y donde se ve la valentía de los cargueros que año tras año llevan consigo los hombros agobiados por su constante participación de esta majestuosa celebración sacra de mi querida Popayán.
Me siento muy orgulloso de invitar a todo mi país y el mundo porque es la mejor muestra de fe y reflexión, y qué decir de su gastronomía y sus museos llenos de historia, su comercio artesanal y todos sus sitios donde caucanos y foráneos siempre están atentos para atender a los turistas del interior y de todo el mundo, que con sus cámaras y las nuevas innovaciones tecnológicas registran las imágenes, momentos, eventos y museos para transmitirlos vía internet a diferentes partes del mundo.
Popayán y su semana Mayor son inolvidables.