Terremoto 1983: nace una líder

Una historia de fuerza y tenacidad tras la tragedia natural más resonante de la capital caucana.

Por Lina Palta

Especial para El Nuevo Liberal

Mujeres como María Luisa Palta fueron fundadoras y obreras de los nuevos barrios de Popayán que sin importar el estado de gestación en el que se encontraban decidieron trabajar en la labor de la construcción del que es ahora su hogar, corriendo con los riesgos de un oficio con tal esfuerzo físico. / Fotomontaje – El Nuevo Liberal.

Barrios ubicados en el suroccidente de Popayán,
surgieron luego del terremoto de 1983. /
Archivo – El Nuevo Liberal.

Sesenta y ocho años de edad, tez mestiza, 1,53 de estatura, varias arrugas en sus manos y rostro como reflejo de los años, las historias pasadas y la sabiduría adquirida. María Luisa Palta Zúñiga es una payanesa luchadora y empoderada de su ciudad que se caracteriza por ser una líder social reconocida en su barrio como la presidenta de la junta de acción comunal, una labor con la que gestiona todo tipo de actividades en pro al bienestar de su sector. Madre de cinco hijos, esposa, trabajadora incansable, bailarina por hobbie y bohemia por predilección.

“Sonaba como si viniera un taladro por debajo de la tierra. Yo estaba poniéndole los zapatos a mi hijo mayor Víctor cuando casi se nos cae la casa encima, como yo estaba cerca de mi mamá lo primero que hice fue abrazarla con la preocupación de que mi hijo Jhon había salido a comprar el petróleo para cocinar. Después de que pasó la segunda réplica llegó muy asustado, ya todos juntos pudimos sentarnos a mirar qué le había pasado a la casa porque los estragos de ese terremoto fueron muy fuertes”, recordó María Luisa con la voz temblorosa, pues rememorar esos estrepitosos momentos le suscitan sentimientos de profunda tristeza.

La mujer representa la valentía y la fuerza en el núcleo del hogar, es símbolo de vida y lucha constante, es base para la estructura de la sociedad. Con el paso del tiempo ha tomado un papel importante en la lucha por el respeto y la dignidad, ha sido eje fundamental en la construcción social. Mujeres como María Luisa Palta fueron fundadoras y obreras de los nuevos barrios de Popayán que sin importar el estado de gestación en el que se encontraban decidieron trabajar en la labor de la construcción del que es ahora su hogar, corriendo con los riesgos de un oficio con tal esfuerzo físico.

En 1983 vivía en la carrera veinte del barrio Pandiguando en la casa familiar de sus padres, la casa de su infancia y de sus recuerdos, en ese entonces la habitaba con algunos hermanos y cuatro de sus hijos. Tras el terremoto ocurrido el Jueves Santo de ese mismo año su lugar de residencia quedó averiado, pero sobre todo la habitación que ella ocupaba con sus hijos, dejando no solo grietas físicas sino emocionales en todo su núcleo familiar, al ver como el esfuerzo de toda una vida de trabajo se resumía en estragos por aquel fenómeno de la naturaleza.

Esa fue la principal razón por la que decidió buscar nuevas oportunidades en las que pudiera garantizarse una mejor calidad de vida al lado de sus hijos, como muchos otros payaneses que se vieron afectados por el suceso.

Primero se ubicó con su familia en carpas en el parque que quedaba al frente de su casa, por el temor que una réplica acabara de destruir por completo su morada y con ello resultaran afectados físicamente. Después invadió el terreno del antiguo ferrocarril en donde recibió carpas como primera ayuda de reubicación, un nuevo hogar con paredes y techo de plástico, un nuevo comenzar y renacer, tal vez uno de los momentos más difíciles en su vida, al tener que adaptarse a una nueva etapa al lado de personas desconocidas a las que el suceso del terremoto les arrebató su tranquilidad y hogar.

Llegaron las cadenas de televisión a documentar los estragos que dejó el terremoto, con el fin de reflejar en crónicas investigativas las terribles condiciones en las que quedaron los payaneses en quizá, uno de los adversos más resilientes en la historia del país.

Hicieron varias entrevistas para dar a conocer las historias de vida de todas las personas afectadas por el siniestro. En una visita a los terrenos del ferrocarril se acercaron a la carpa de María Luisa Palta y la de sus vecinos para decirles que no se movieran del lugar, pues los dueños de esos terrenos se los cederían para que pudieran construir y vivir ahí.

 

“El presidente de la junta de vivienda de la época ya estaba gestionando nuestra reubicación, de esa forma dieron con el terreno donde vivimos actualmente, que también en su época era un lago del cual se sacaba barro para hacer las ollas. Todo esto se rellenó y de allá nos ubicaron a los tres años del suceso del terremoto”, agregó Palta, para quien esa situación marcó un antes y un después definitivo en su existir, en ese proceso ella se destacó entre sus vecinos por ser guía en ese arduo camino de la construcción de su barrio.

Antes de que fueran ubicados en un lote de la antigua hacienda San Rafael se manifestaron en varias oportunidades por la ley de alivio, una ordenanza creada por el entonces presidente Belisario Betancourt con la que se buscaba que los afectados por el terremoto pudieran acceder a viviendas de interés social por auto construcción garantizándoles una rebaja en las mensualidades, es decir, debían levantarlas ellos mismos desde sus nulos conocimientos más la asesoría de ingenieros del Sena.

Varias capacitaciones por medio del Sena y sus instructores, fueron claves para que pudieran construir las bases de las casas con planchaS sismoresistentes.

“Las mujeres cabeza de hogar que estábamos en el proceso empezamos a trabajar haciendo chambas. En ese entonces estaba yo en embarazo de mi hija menor y por hacer fuerza moviendo ladrillos y cemento en las carretas, fui a parar al hospital teniendo siete meses de gestación”, relató María Luisa Palta, una de esas mujeres de acero pero con corazón noble y servicial, un ejemplo de vida y fuerza para su género.

Querían erigir sus nuevos hogares con los mejores materiales, cimientos y paredes fuertes, que sin imaginarlo asemejaban la fortaleza espiritual y física de toda una comunidad vulnerable en su momento. Una vez terminadas después de tres prolongados años realizaron el sorteo de asignación de las viviendas.

En sus inicios llamaron su barrio Belisario Betancourt en honor al presidente que les brindó una nueva oportunidad de hogar, pero pasado el tiempo decidieron cambiarlo a 25 de julio, una fecha trágica para los familiares y amigos de los líderes sociales Luis Solarte y Luis Calderón, quienes fueron asesinados ese trágico día por investigar el robo de los dineros y ayudas que mandaron para la ciudad después del terremoto.

“En el asentamiento en el que yo estuve, hubo mucha gente del Huila, de La Sierra, de Rosas, Cauca, del Valle. Popayán se llenó de habitantes que no eran de aquí, incluso muchos de los propios de la ciudad se quedaron sin casa, porque llegaron personas que sacaron ventaja de la situación”, narró María Luisa Palta, debido a que muchos visitantes llegaron aprovechando la situación con la que a pesar de no ser los directos afectados, podrían cambiar el rumbo de sus vidas.

Se rumoraba entre los más religiosos que el castigo había caído sobre la ciudad porque se había convertido en Sodoma y Gomorra, o tal vez eran los efectos de una maldición que lanzó un antiguo sacerdote sobre la comarca.

Lo cierto es que la urbe tuvo un cambio trascendental después del terremoto, pues nuevos rasgos físicos invadían una ciudad de criollos con rezagos de poder que habrían dejado los abolengos de una olvidada capital nacional. Antes transitaban a pie por todas las calles, casi no se utilizaban carros pues recorrerla no llevaba más de una mañana.

“Lo que a mí más me impactó fue que durante el momento del terremoto no estaba mi hijo menor Jhon, yo acababa de venir del maremoto de Tumaco en el año 1981, en ese suceso se abrieron calles y se cayeron casas de ladrillo encima de las de madera. Llegar a mi ciudad y que el 31 de marzo de 1983 fuéramos víctimas de ese siniestro fue muy duro”, recordó entre lágrimas María Luisa, quien desde aquel suceso, cada que tiembla siente que la abriga el temor de esa mañana del jueves santo de hace treinta y cinco años, es por eso que busca aferrarse de sus seres queridos con el fin de sentir la unidad en los momentos de angustia.