Andrés Mauricio Muñoz
Cuando estaba pequeño una de las razones por las que me gustaba ir al centro, de la mano de papá, era porque podía ver aun cuando fuera de lejos la fachada de la Casa de la Cultura. A veces entrábamos para recorrer sus pasillos, leer en las carteleras lo que se anunciaba y volver a salir; de alguna manera los azares de la vida, el día a día, el reloj que con su andar imperturbable no se da cuenta de lo implacable que es, siempre han conseguido que lo que nos deleita sea tan solo un atisbo, una constatación fugaz de lo que nos estamos perdiendo, un entrada por salida. Pero lo cierto es que en esa casa sentía como si el aire cambiara su densidad, como si la atmósfera se esmerara en arroparnos diferente
Me acordé de esto a raíz de la pasada Feria de la Lectura Popayán 2015, un evento organizado por la Asociación Colombiana de Libreros Independientes y con el auspicio del Ministerio de Cultura. Me alegró ver a muchos estudiantes entusiasmados con los espectáculos musicales o al público que con fervor asistió a las presentaciones de libros y recitales. Pero me entristeció comprobar el hecho de que esta iniciativa nos llegara de afuera, gracias a la convicción y el ahínco de un librero en todo el sentido de la palabra, como lo es David Roa. Me pregunto entonces por qué las entidades locales, en especial la Secretaria del deporte y la Cultura, no han tenido en estos años un rol más protagónico en lo que atañe a la literatura. No entiendo por qué dependemos de que alguien más, que viene de Bogotá, nos haga la tarea. Sé que para este evento de algún modo la secretaría dio su aval o tal vez facilitó algún apoyo de logística, pero creo que es mucho más lo que se espera de ellos.
Desde hace varios años se ha suscitado en Colombia un evidente entusiasmo en torno a la promulgación y ejecución de iniciativas que incrementen en nuestro país los índices de lectura; se apela tal vez a la consciencia de que una sociedad que no lee, jamás podrá reflexionar, ser sugerente en aras de un proceso de transformación. Se aboga entonces por una sociedad que tenga en el culto por los libros un fetiche, un verdadero bastión desde el cual sea posible afrontar la vida, ya no con estoicismo sino con convicción en vez de incertidumbres. Es por eso que los gobiernos distritales se han sumado a este propósito. Pero desmotiva saber que en Popayán no hemos querido subirnos a esa ola. Por eso cuestiono el papel de la Secretaría del Deporte y la Cultura. No me cabe duda que, de seguro, no están con los brazos cruzados; pero siento que la promoción de la lectura, la literatura en sí misma, es un frente que tiene descuidado, una asignatura que de seguir así seguro va a perder. Entro a la página de http://popayan.gov.co para darme cuenta de que todas las secretarías registran actividad reciente, excepto la del Deporte y la Cultura, cuya última entrada es de hace seis meses. No voy a caer en el error de afirmar que la no actualización de la página lleva estrecha relación con el trabajo que desde allí se haga, pero atormenta la sospecha de que este año no haya sucedido nada. Incluso ni siquiera se registró el anuncio ni la realización de esta feria, como si nunca hubiera existido. Aparece el programa deportivo Múevete Patojo, así como el Concurso de Talentos artísticos COMUNARTE 2014, que promovió importantes expresiones culturales como la danza, el canto, música tradicional y chirimías, sin que por ningún lado asomaran las letras.
Mi visita me permitió ver a nuestros siempre batalladores gestores culturales un poco desmotivados, tal vez a punto de bajar sus brazos en señal de rendición, cansados de no encontrar eco. Recuerdo que el año pasado quisimos instaurar el Premio Popayán de Literatura. Redactamos el documento con las bases, el mismo que no pudimos leer en el despacho del alcalde en los dos minutos que nos dieron. Entonces nos sentimos asfixiados, como si el aire del edificio cambiara su densidad, como si la atmósfera se esmerara en arroparnos diferente.
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