Taller de padres

OSCAR MANUEL CASTRILLÓN COBO

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El fin de semana pude corroborar cómo una acción lógica y efectiva contribuye a mejorar la sociedad en la que vivimos.

En la comuna 9 de Popayán algunos líderes organizaron un taller de padres que vinculó también a niños, en el cual se desarrollaron diferentes actividades recreativas y pedagógicas; con un show de títeres que cautivó a los pequeños y que seguramente hizo reflexionar a los grandes, enseñaban cómo cuidar y cuidarse del abuso sexual infantil.

En el desarrollo del taller se involucraron a los padres en el aprendizaje de los niños, y esto fue lo que corroboré: que así como para cuidar de nuestros niños es indispensable la presencia protectora y segura de papá y mamá, su presencia es también la clave para formar seres humanos distintos, y no con una presencia intermitente, o expresada en cosas materiales o satisfacción de caprichos para evitar “las molestias”, por el contrario, la presencia de los padres en la vida de los niños debe tomarse todo el esmero para transmitirles, impulsarles y verles crecer como los mejores.

La educación y la formación de los niños es vital, pero no debe entenderse como meramente académica, sino como una formación integral en valores, principios, fomento de aptitudes y en virtudes, que se refuerzan en el colegio o por ejemplo a través de la religión, pero que se fundamentan en el hogar, donde los niños adoptan costumbres, actitudes y comportamientos. En el taller de padres pudimos evidenciar que es necesario que los padres, cuidadores y familiares que rodean a los niños y que van marcando un camino de ejemplo a seguir, sean o seamos reeducados, porque simplemente no podemos enseñar lo que no hemos aprendido o se ha olvidado.

Cambiar el chip o la manera de pensar cuando ya somos adultos es una tarea difícil, y una excusa muy difundida popularmente, pero es ahí donde justamente radica la necesidad de reflexionar sobre cómo podemos ser mejores seres humanos y qué es lo que queremos enseñar a nuestros niños. Conozco a un padre de familia que no terminó sus estudios, sin embargo, sus hijos hablaron ingles antes que español, y uno de ellos avanza en mandarín; y es porque tienen un maestro comprometido, ingenioso y diligente en aprender lo que no se le enseñó, solo para mostrarles a sus hijos que se puede, por ejemplo, aprender nuevos idiomas, que la tecnología abre muchas puertas cuando se usa bien y que son capaces de salir adelante sin importar de qué condición social vengan; que enseña e insiste a los nuevos padres que dediquen tiempo de calidad a sus hijos, que se sienten con ellos a enseñarles y ayudarles, y que si no saben cómo hacerlo, que busquen la manera de aprender, todo con tal que los niños vean un buen modelo a seguir y se conviertan en mejores personas.

De lo anterior, la formación de padres y adultos en general, es tan importante como educar a los niños, pues quien educa debe educarse para que surta efecto con el ejemplo; incluso en nuevos retos como la cultura del emprendimiento, el valor y respeto a la mujer, cuidado del ambiente y fauna, entre otros muchos temas que hoy en día promueven personas con un alto compromiso y sensibilidad humana y social.

Los niños finalmente, como cita la frase popular, terminan siendo el reflejo de sus padres y que mejor que ese reflejo sea el de padres disciplinados y trabajadores, pero además amorosos, confiables, felices y buenos maestros, que instruyen y apoyan, que impulsan a soñar y alcanzar los sueños.