NELSON EDUARDO PAZ ANAYA
Rodrigo Solarte, tuvo a bien, enviar un video de relatos de Paloma Muñoz, docente de la Universidad del Cauca, que empieza con el de Maximiliano Carabalí, del poblado de Quilcacé, a quien lo desplazan los militares, los guerrilleros y los paramilitares, y lo único que se llevó fue el violín negro que había hecho a machete, y el de Salvador Chavaro, el mercadereño que toco tres días y tres noches seguidos, como si tuviera pacto con el diablo, todo en el espacio, mejor en el rincón de la violencia.
Contemplar el monumento de Juan Tama, y releer a Cristóbal Gnecco, en ‘Los sentidos de la historia’, sobre la principal figura histórica de los Nasa, el hijo de las estrellas que nació en el agua, símbolo de resistencia, en el encuentro de las diversas historias, ahora con un rio de por medio frente a Valencia y a Arboleda.
Y el ‘Combate de la Morales’, de Guido Barona, de los que llegaron con la arrogancia de saber que poseían la verdad de todo lo encontrado; las nuevas purgas, los campos de concentración, las dictaduras, las llamadas luchas contra el terrorismo islámico, y los sustos de hoy en la globalización.
Y las encíclicas de Francisco, que retuercen las sacristías retardatarias engomadas en los centros de poder políticos y económicos, sumadas a la producción de literatura social de los centros de investigación universitarios, con recopiladores como Carlos Duarte, Jorge Quintero, Jairo Tocancipá. Fue una lástima el Arzobispo que perdimos, Luis José Rueda, clama en la distancia, desde su misión pastoral.
Hasta hace pocos días, un caucano, Carlos Negret, iba “a la Colombia olvidada”, con la Defensoría del Pueblo, a donde nunca había ido el estado; porque en el círculo de las economías ilegales, históricamente siempre se han conservado esos sitios, para la inversión de la guerra.
Llama la atención, como a través de organizaciones populares, en las regiones, brotan expresiones culturales de todo género, aun en medio de tantas calamidades y como se reflejan como luces de esperanza en ambientes tan oscuros.
Y también las narraciones sociales, afectivas y de futuro que surgen en las prosas de José Ramón Burgos, Antonio Bolívar, Victoria Paz Ablanque, Walter Aldana, Miguel Cerón, Antonio Valencia, y en tantas páginas que todos los días se escriben y se leen, testimonios de que aquí se vive, aun con el destino incierto de la historia.
Rescatar estas reflexiones, preocupa por las miles que no caben en los limitados espacios de las publicaciones periodísticas, todas tan valiosas, alguien lo hará, el afán del día corre a cuenta de evitar otra muerte, si de nada sirven los consejos de seguridad, ni las investigaciones exhaustivas, ni el monopolio de las armas, tiene la cultura el mayor desafío.
La violencia terrible que todos los días mata humildes campesinos, no pude seguir cubriéndose bajo el cobarde decir que son asuntos entre delincuentes, porque si esto fuese así, estaríamos en una sociedad inhumana, porque con esa ética, todos estaríamos involucrados, sin moral y sin nación.
Se va a adelantar una gran convocatoria por la seguridad y la vida en el Cauca, es un encuentro de todos, con políticos, académicos y a partir de la cultura, materializada en sus organizaciones y gestores, con espontaneidad participaran todos los medios de comunicación, locales, regionales y nacionales, se va a mostrar al país y al mundo con las autoridades locales, que no somos inclinados a la muerte.
Por el contrario vamos a permitir se vea la inmensa capacidad de solidaridad que es genética en los caucanos, y que si bien tenemos divergencias, son más las cosas que nos unen que las que nos separan.
Al gobierno el mensaje ciudadano, en el sentido de tener claro su adeudo, por no atajar la violencia cuando puede hacerlo, pretender dejar se haga una especie de la mal llamada limpieza política, con inocentes caucanos, no diluye la responsabilidad del gobierno y del Estado.
Es nuestra responsabilidad, no miremos para el otro lado, miremos para donde nos toca, la sumatoria de todos será una barrera infranqueable, al menos mientras con entereza develamos las formas y beneficiarios de los asesinatos, si es que de verdad interesa este territorio, los demás, son algarabías perdidas.
De nada sirve la cultura, sino defiende la vida, es valiente, no cobarde. Este es el momento de las universidades.