Sensatez de la utopía de Pikkety

Miguel ceron hurtado nuevaMIGUEL CERÓN HURTADO

El tema de la desigualdad social generada por la concentración de riqueza, hoy no se debe examinar observando los fenómenos internos al país, así se diga que Colombia es el segundo más desigual en América y uno de los más desproporcionados del mundo. La globalización financiera aparecida al final del siglo pasado paralelamente con el ascenso al poder del capitalismo rentista, obliga a mirar el problema también desde la óptica mundial. Los verdaderos ricos que amasan fortunas cuyas magnitudes ni siquiera se las puede imaginar uno, están en Norteamérica y Europa quienes, siendo propietarios de los medios de comunicación universales puestos a su servicio, hacen la pantomima a través de la Revista Forbes atribuyendo a otros la verdadera riqueza para mantener su anonimato y disfrutar tranquilos su poder económico y político y en reserva sus aberrantes caprichos.

Thomas Piketty, un economista francés que se ha puesto de moda, lanza una irrealizable y utópica propuesta tendiente a mejorar la equidad en el mundo recurriendo a la tributación universal. Colocar un impuesto progresivo a los ricos del mundo gravando también las transacciones internacionales e incluyendo la transparencia de los paraísos fiscales, guaridas donde concentran sus fortunas para eludir la tributación. Así, las sumas a recaudar serían tan cuantiosas que, por lo menos, se podría acabar con el hambre del mundo.

Pero los ricos no están pensando acabar las desigualdades afectando sus fortunas. Están muy preocupados por la elevada deuda de los países subdesarrollados donde viven los pobres, a los que ellos les han prestado plata por la vida de la tenencia de papeles de deuda adquiridos en los mercados de capitales. Según investigaciones de periodistas europeos, la orden del Club Bilderberg, donde se concentran los verdaderos ricos del mundo, es la eliminar tres mil millones pobres por la vía de las enfermedades y las guerras para disminuir el gasto social que significa mantenerlos y con ello no poner en riesgo el servicio de la deuda de los gobiernos deudores.

Piketty demostró en su investigación lo que ya antes otros autores habían considerado por lo menos teóricamente: que la política fiscal es el mecanismo más expedito ya sea para aumentar o para disminuir la desigualdad económica y la inequidad social, por lo cual recurre a esta misma vía para identificar una fórmula que alivie la situación en el mundo globalizado. Pero este impuesto global va en contravía, precisamente, de los mecanismos que el capitalismo rentista ha aplicado desde cuando se tomaron el Poder de Estado con los gobiernos de Reagan en USA y Thatcher en RU y que aquí en Colombia aplicó fielmente Uribe con la exoneración de impuestos y los acuerdos de tributación celebrados con los especuladores que él llamó inversionistas.

No se puede desconocer que la idea del autor está bien sustentada con base en investigaciones analizando cifras durante un largo período en muchos países, ni que en el trasfondo encierra muy buenas intenciones con sentido social; pero tampoco podemos soñar con que los ricos del mundo vayan algún día a aceptar la sensatez de la utopía de Piketty.