SEMANA, de pasión…

EDUARDO NATES LÓPEZ

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El fuerte remesón de la semana pasada en el periodismo colombiano tuvo su epicentro en la editorial Semana, con motivo de la salida del columnista Daniel Coronell de las páginas de la revista, hecho que tiene tanto de ancho como de largo.

Sin duda, Coronell es un periodista investigador, acucioso y punzante, que siempre va hasta al fondo de las pesquisas y sin ninguna timidez expresa sus hallazgos y opiniones. Por supuesto, cuenta con una gran cantidad de lectores que, con este remolino que ha formado a su alrededor, seguramente le crecerá aún más.

Ahora, mirando desde otro punto de vista, en no pocas ocasiones Coronell ha estado en el ojo del huracán, por su vertiginoso crecimiento patrimonial en el ámbito de los noticieros, productoras y programadoras y por otro tipo de razones que sus detractores -que también los tiene y bastantes- le cuestionan. No olvidan ellos su sociedad comercial con ‘el Bandi’ César Villegas, amigo del Cartel de Cali, ya fallecido, y también su cercanía con Marco Antonio y David Cañón, estrechos amigos de nuestro conocido paisano Pastor Perafán. Capítulo aparte le dedican a Coronell por, como dicen, “haber tocado el cielo con Juan Manuel Santos” desde que fungía como Ministro de Defensa, lo cual llegó a su clímax cuando este, desde la Presidencia de la República le adjudica, con desmedida generosidad, un noticiero de TV al trío: Coronell-Yamid-expresidente Gaviria(¿?).



Si bien, en el mundo entero nunca ha sido fácil sustentar la “absoluta transparencia” y “el cristalino desinterés” de los medios periodísticos, este caso se enrarece un poco más con el espeso ambiente de polarización política que, por más esfuerzos que hagamos, nos mantiene envueltos en llamas desde hace mucho tiempo y que, con el maquiavélico concepto Santista de “enemigos de la Paz” contra quien ose referirse a ese tema desde cualquier punto de vista diferente, ha llegado a un grado de temperatura incendiaria.

Puede ser que el reclamo de Coronell por la supuesta lentitud en las investigaciones que debería haber adelantado la revista para publicar una controvertible y delicada noticia sobre directrices en el ejercito nacional, aparezca razonable. Más aún, comparándola con la arriesgada -por no decir entrometida- actuación del corresponsal gringo del New York Times. Puede ser que las explicaciones tardías de las directivas de la revista no resulten del todo justificadas. Puede ser que el tema por sí mismo sea explosivo. Pero la actitud amenazante y disociadora que asumió el columnista no se atempera a los cánones, bien que mal, rectores de la revista. Esta es una organización periodística, con un esquema empresarial respetable desde hace muchísimos años, discrépese a veces o no, con sus enfoques políticos. Es como en el colegio: si uno de los mejores alumnos resuelve que algunas normas de disciplina ya no se acomodan a su criterio y decide echar un discurso tremendo, primero en el patio y luego en la calle, con denuncias premonitorias altisonantes, lo más probable es que llamen al papá del muchacho y le digan que, lamentablemente, lo mejor es que se lo lleve para otro colegio. Seguramente allá, el aventajado joven sigue dando su acostumbrado rendimiento académico…

Francamente, no podemos omitir que su columna semanal -con escasas excepciones- era tan visceral contra Uribe, basada en una enemistad pasional, personal, adobada en las entrañas del santismo, que se había convertido en una cantaleta muy cansona, que ya había hecho metástasis en otros columnistas como Samper Ospina y María Jimena Dussan, y que estaba generando una desbandada de suscriptores y lectores nada despreciable.

El excelente reportaje de María Isabel Rueda en el diario El Tiempo del domingo pasado muestra a Felipe López Caballero, principal accionista de la casa editorial, con el sentimiento de haber perdido un buen columnista, pero la tranquilidad de una actitud responsable con su empresa, al prescindir de quien no acepta jerarquías (que hasta en el cielo existen). Y el editorial de la revista correspondiente a la semana en curso, de Alejandro Santos Rubino, si bien humilde y sencillo, reconociendo posibles errores, en mi sentir, quedó un tris exagerado en arrepentimiento…

“… Otro amor que se va… ¡cuántos se han ido!” No dejará la revista de ser uno de los más importantes referentes del periodismo nacional.