RODRIGO SOLARTE
Llegó Navidad 2020. Tantas connotaciones en todos los estratos y naciones. Espacio universal para lo espiritual, material y ambiental con la diversidad de interpretaciones culturales, económicas y ecológicas.
La realidad de cada uno asumida en la pluralidad de religiones como un nuevo renacer. La Iglesia de los pobres en la Católica, como proceso de crecimiento y desarrollo hacia un final, no excepto de conflictos entre los adultos y la esperanza de que la convivencia llegue a convertirse en trascendente valor para un mejor vivir.
El reposo físico y mental navideño es mucho más relativo, e incluso difícil, cuando los enemigos de LA VIDA, incluyendo el cambio climático, la amenazan o ponen en peligro. Ello exige solidaridad real, no retórica de Estado, comunidades, sociedad, familias, integrantes de este país de regiones, como el Cauca, Nariño, Chocó, Norte de Santander, archipiélago de San Andrés, Providencia, Santa Catalina y tantas otras, convertidas en calvarios para sus habitantes, principalmente del campo y periferia de las ciudades.
Regresemos a la niñez, asumidos culturalmente como los SUJETOS FUNDAMENTALES para los seres humanos del planeta y rincones del mismo, CASA COMUN en crisis desafiante de todo lo creado, visible e invisible a nuestros sentidos, corazón y cerebro, que exige reflexiones profundas para el presente que estamos viviendo y futuro integral que aspiremos.
En períodos del año como este del 2020, vivido con las crisis acumuladas y la pandemia viral no superada, como resilientes y reflexivos adultos, fogueados a lo caucano y colombiano, trasmitamos lo mejor de nuestros sentimientos, valores y aprendizajes, como el mejor diálogo para las vidas iniciadas y proyectos en construcción.
Todos los seres vivos necesitamos para subsistir, el mejor trato posible que luego pueda trasmitirse como principio y valor fundamental de nuestra especie, conviviente con la naturaleza y cosmos, realidad motivadora de la inteligencia humana creadora de las ciencias y creencias en la búsqueda del porqué de los fenómenos naturales, los constitutivos de nuestro SER y la integración de ambos en el cosmos.
El Buen trato en esta navidad se centra en el cuidado de la salud, la vida y la solidaridad entre nosotros y demás convivientes, persistiendo lo sabido y nuevos aprendizajes que dificulten la trasmisión o contagio de este virus, principalmente respiratorio y manualmente trasmitido, incluyendo la información confiable y experiencia que se vaya adquiriendo local, regional, nacional y mundialmente, para evitar las muertes e incluyendo los procesos para lograr las vacunas, tema que amerita la mayor atención por lo que representará para el presente y futuro de nuestras niñas, niños, adolescentes, centro del tema navideño de esta reflexión navideña.
La comunicación virtual también requiere SER BIEN TRATADA desde y con la niñez. Tal cultura tiene mucho que aprender de las múltiples maneras como nos relacionamos entre nosotros y con la biodiversidad, concibiendo a la Madre tierra como un ser vivo que responde a esa relación.
Todo hace constatar que la interacción humana, mirada a mirada, corazón a corazón, piel a piel, conciencia a conciencia, voz a voz, humaniza mucho más que la relación SER HUMANO, robot o cualquier otro aparato tecnológico creado por la misma inteligencia humana, real, no artificial.
Son los procesos educativos desde las familias, nutridos de la mejor información posible sobre el crecimiento y desarrollo biológico, psicológico, social, espiritual y diverso por períodos y contextos donde transcurra esa VIDA, la mejor manera para el cambio actitudinal de los adultos para sí y las nuevas generaciones, constructoras de la nueva o renovada sociedad que aspiremos, articulando energías, experiencias y el interés permanente de mejorar las condiciones de vida colectiva, familiar e individual.
Continuará.