Era 12 de julio de 2015 cuando los miembros de la mesa de negociaciones tanto del gobierno nacional como de la guerrilla de las Farc-EP dieron uno de los más importantes pasos rumbo a la paz. Ese día se anunció públicamente el Acuerdo sobre Desescalamiento del Conflicto, un consenso que permitiría llevar a lo más mínimo deseable el número de muertes de civiles, soldados y guerrilleros.
Hoy, un año después, el corte de cuentas es más que satisfactorio, pese a que son contadas las excepciones de vulneración a lo pactado. Desde luego, son hechos que no pasan desapercibidos y que encierran el drama personal que encarniza la guerra, sin embargo, si no se hubiese tenido la voluntad primaria de minimizar tanto como fuere posible el ejercicio de la violencia, por estas fechas estaríamos nosotros hablando de una gran cantidad de hostigamientos, ataques a la población civil, muertes de parte y parte, y lo peor, serían muchas más las familias principalmente campesinas quienes seguramente estarían lamentando la muerte de entre sus seres queridos.
Recientemente el Centro de Recursos para el Análisis de Conflictos, Cerac, publicó un estudio sobre hechos de violencia y medidas de desescalamiento iniciadas entre las partes del conflicto armado un año atrás. El monitoreo da cuenta de qué tan comprometidos estuvieron el gobierno, y fundamentalmente las Farc, para cumplir su palabra. El resultado permite identificar poquísimos quebrantos al hecho político inicial, tan pocos como para poder afirmar categóricamente que el conflicto armado entre las Farc y el gobierno colombiano se desplomó a los niveles más bajos en 52 años de enfrentamiento en términos de víctimas, combatientes muertos y heridos, y acciones de tipo violento.
La voluntad política de las partes
Este acuerdo para el desescalamiento del conflicto posee unas características que es preciso anotar para entender la relevancia que merece el logro de registrar mínimos históricos ya anotados.
Primero, este acuerdo específico no hace parte inicial de la agenda de conversaciones. La agenda que fijó el acuerdo general para la terminación del conflicto señaló el conjunto de grandes propósitos a los que se pretende llegar que a su vez fungieron el papel de orientadores para una hoja de ruta en los diferentes tiempos del proceso general. En otras palabras, no necesariamente es equiparable lógicamente una situación como resultado de un postulado inicial. La diversidad de caminos para llegar al “Cese al Fuego y de Hostilidades Bilateral y Definitivo (Sub punto 1 del Punto 3 “Fin del Conflicto” de la Agenda del Acuerdo General) eran tan amplios y diferenciados que fijar uno sólo dependió de la capacidad y ritmo de negociación de las partes. Obviedad, pero no se puede dejar pasar.
Segundo, el acuerdo requirió de madurez de la mesa de negociación (y la tuvo) para entender un momento de fragilidad. Como el acuerdo no se fijó desde el inicio, nació con unos antecedentes puntuales dentro del proceso. Se venía de una tregua navideña de 2 meses por parte de las Farc en diciembre de 2014. En febrero, sin embargo, se registraron algunos enfrentamientos como en Caloto entre el ejército y el frente 6to., que elevaron la tensión por contrariar el cese al fuego temporal. En Abril, la muerte de 11 militares mientras dormían en el municipio de Suárez rompió la tregua y el gobierno reactivó los bombardeos a los que se comprometió dejar de hacer por igual lapso, a lo cual reanuda dando de baja a 26 guerrilleros en Guapí, en Mayo. Finalmente en Junio y Julio se recrudecen los enfrentamientos elevando muertes de ambas partes. Finalmente, ante esta crispación, desde la mesa se tuvo una adecuada lectura política para entender que el ejercicio de combate armado traía más dificultades y costos para el avance del proceso, y la opinión pública en efecto respondía negativamente a esta situación.
Tercero, se tuvo la capacidad de asumir decisiones difíciles con grandes riesgos internos y externos. Que el Estado Mayor de la guerrilla ordene a sus filas cesar los ataques nuevamente en julio de 2015 implicaba renunciar, así fuere temporalmente, al uso de la violencia armada, vía fundamental de capacidad de poder de un grupo de estas características. El mensaje debía ser claro y manejado con precisión en el proceso de bajarlo al guerrillero razo ya que podía ser tergiversado y dar a entender una eventual derrota o doblegación al enemigo.
Por su parte, el presidente Juan Manuel Santos decidió corresponder a este gesto y ordenó cesar los bombardeos, estrategia de alta efectividad en la lucha contra la guerrilla. Este gesto podría ser recibido negativamente dentro de las tropas afectando su moral y generando más presión en el interior de las fuerzas armadas por no dejarse amilanar por decisiones de La Habana. Así mismo, podría dar argumentos a los opositores del proceso para indicar una aparente debilidad del mandatario por dejarse imponer peticiones de los cómodos guerrilleros hospedados en Cuba.
Pese a todo, las decisiones se tomaron y el tiempo comprobó que en efecto se debió asumir riesgos políticos para lograr mayores cosas que la coyuntura de los tiempos y diferentes presiones internas y externas fuere la que impusiera los caminos a seguir en la mesa de conversaciones de La Habana.
Los hechos, el peso del desescalamiento
Según las cifras del Cerac, se llegó al nivel más bajo de fatalidades del conflicto armado en 52 años teniendo en cuenta el número de víctimas, combatientes muertos y heridos, y acciones violentas asociadas a la guerra. Una afirmación mayor que da razones importantes para continuar en la línea del final de la guerra que se pacta actualmente.
Desde que se adoptó el acuerdo para el desescalamiento hace un año, la reducción de la violencia disminuyó considerablemente al comparar cifras de años anteriores. Dice el Cerac que las acciones ofensivas de las FARC cayeron el 98% (de 1,51 a 0,03 acciones en promedio diario), los combates Fuerza Pública-FARC se redujeron un importante 91% (de 0,68 a 0,06 combates en promedio diario), las muertes civiles cayeron un impactante 98% (de 0,19 a 0,003 muertos en promedio diario), y las vidas que se dejaron de perder entre los combatientes son del orden del 94% (de 1,08 a 0,07 muertos en promedio diario).
Por último, a partir del último registro de ocurrencia se contabilizó el periodo transcurrido, dando como resultado las cifras relacionadas por hecho, teniendo a las Farc como actor central de las acciones (Ver tabla 1). La conclusión: una reducción de la violencia muy importante, lo que se traduce en un beneficio importante para llegar como país a un estado de ausencia de conflicto interno que redunde en no tener más registros de ataques armados, heridos o muertos sean civiles, soldados o guerrilleros, vidas humanas de igual valor al fin y al cabo.
Con corte al día 19 de julio, las cifras del conflicto armado reflejan: |
234 días sin tomas de poblaciones |
580 días sin retenes ilegales |
373 días sin emboscadas a la Fuerza Pública |
364 días sin explosiones intencionales atribuidas a las FARC |
361 días sin ataques a infraestructura petrolera por parte de las FARC |
236 días sin secuestros atribuidos a FARC |
228 días sin incidentes con MAP/MUSE atribuidos a las FARC |
Tabla 1. Fuente: CERAC.
Foto 1: Entre tanto se avanzó en descalar el conflicto armado, los hechos demostraron fehacientemente que el mayor resultado fue evitar la pérdida de vidas humanas por causa del conflicto.
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